Una de las asesinas en serie más letal de la historia
Dagmar Overbye tenía una personalidad impulsiva, rebelde y llena de vicios morales como la calumnia y la tendencia al robo. A los doce años escapó de casa por tres años y, ya de adulta, mató (estrangulándolos, tirándolos a la chimenea o ahogándolos) a 16 infantes, contando a uno de sus propios hijos… Hasta la fecha, Dagmar es la mayor asesina danesa.
Una niña insana y dañina
Dagmar Overbye nació el 23 de abril de 1887 y fue hija de Soren Julius August Overbye y Ane Marie Petrine Kristiansdatter Johnson.
De Dagmar se dice que fue abusada sexualmente cuando era niña, aunque esto nunca se demostró. En todo caso su niñez no fue saludable y, con tan solo doce años de edad, ella tuvo problemas con la ley y se fue de casa.
Detrás de ese hecho estaba la personalidad patológica y desequilibrada que presentaba desde pequeña, descrita por el psiquíatra August Wimmer en estos términos: “Desde sus primeros años un individuo psicopático, una degenerada con una vida emocional reactiva y desnivelada, con extremas fluctuaciones entre el bien y el mal, dificultad para centrarse, tendencia a sentirse mal con facilidad y temperamento impulsivo; con defectos morales precozmente emergentes tales como la mentira, la deshonestidad, el robo y una inclinación a cubrirse culpando cruelmente a gente inocente de sus propias fechorías; con una fuerte tendencia hacia una irregular forma de vida en lo concerniente a la sexualidad (aunque quizá es frígida actualmente)”. Sin embargo, tres años después Dagmar regresó a la casa de sus padres en Aarhus.
Pariendo hijos para la muerte
Tiempo después, Dagmar intentó conseguir dinero como sirvienta pero fue acusada de robo y en 1909 le dieron su primera condena en Fiona.
Posteriormente y ya cumplida la condena, ella consiguió trabajo en un restaurante. Allí tuvo un romance con uno de los empleados y salió embarazada, dando a luz a su primer hijo. No obstante, el bebé murió mientras Dagmar vivía en casa de su madre.
La pérdida del primer hijo no hizo que Dagmar se cuidara más, y antes de 1913 ella tuvo un matrimonio con Nielsen, del cual nació Erena Marie en 1912. Pese a ser madre, Dagmar rompió la unión con Nielsen y en 1913 se fue a Randers, donde se hizo trabajadora doméstica y quedó embarazada del patrón. Esta vez ella no quería ser madre; pero, en vez de abortar, esperó a que el niño (bautizado como “Paúl”) naciera y, pasado un tiempo, lo mató.
Tras asesinar infamemente a su propio hijo, Dagmar se fue a Copenhague, la capital de Dinamarca. Allí consiguió empleo en una tienda de dulces, y poco después conoció a Svendsen, se fue a vivir con él, quedó embarazada de él, dio a luz y, “misteriosamente”, el niño murió por razones aún desconocidas.
La asesina de niños
Dagmar pasó al salón de la fama porque, aprovechándose de casos en que se daban en adopción niños nacidos fuera del matrimonio, asesinó a 15 (aunque solo se probaron 9) infantes con inusitada crueldad: estrangulándolos, ahogándolos, o incluso tirándolos vivos al fuego de la chimenea.
El primer asesinato de la serie lo cometió en 1916. Todo empezó cuando vio un anuncio en el periódico, dentro del cual Rasmine Jensen, madre soltera, daba en adopción a su segundo hijo, ofreciendo a quien lo adoptara el equivalente (simbólico al parecer) a unos dos dólares americanos… La desesperación de la joven madre podía olerse en el anuncio, y Dagmar vio allí una fácil oportunidad para desahogar sus instintos homicidas… Entonces contactó con rapidez a Rasmine y, apenas un poco después de apoderarse del pequeñito, lo estranguló, fue hasta el cementerio más grande de Copenhague, buscó un inodoro y tiró el bebé muerto al inodoro.
De allí en adelante el método sería siempre este: 1) buscar el anuncio de una madre desesperada que, en su situación angustiosa, ofrece apenas una insignificante compensación económica a quien adopte su hijo, 2) contactar a la madre llamándola, 3) encontrarse con la madre, recibir al infante y a la pequeña suma de dinero, 4) esperar un rato después de la partida de la madre, 5) matar al infante estrangulándolo, ahogándolo o quemándolo en la chimenea, escondiéndolo el cadáver en el ático cuando fuese necesario.
De entre todas las víctimas solo una sobrevivió, siendo encontrada mientras Dagmar estaba en la cárcel, cumpliendo una condena por robo que debía durar de 1918 a 1919. Las fuentes no aclaran el caso, pero puede pensarse que Dagmar dejó al niño con vida fuera de su casa (como hizo con el bebé del cementerio, aunque en ese caso la criatura estaba muerta); ya que, de haber sido encontrado en su casa, se la habría culpar y casi de seguro se habrían descubierto los bebés del ático.
La perdición de Dagmar vino en 1920 con el pequeño hijo de Karoline Aagesen, ya que, al día siguiente de dar al niño, Karoline se arrepintió y fue en busca de su pequeño a la casa de Dagmar. Sin embargo el niño no estaba, y Dagmar no podía sino ofrecer extrañas explicaciones sobre dónde estaba el pequeño y por qué estaba allí. Así, Karoline sospechó que algo andaba mal y llamó a la Policía. Lastimosamente no se equivocó, pues los agentes encontraron que, lo que alguna vez fue su hijo, era ahora un pequeño, negruzco y chamuscado cúmulo de restos humanos que yacían junto a los leños que alimentaban la chimenea de la monstruosa Dagmar.
Juicio, muerte y legado
Durante el juicio se dijo que probablemente Dagmar había estado influenciada por el nafta (un compuesto tóxico) a la hora de cometer los asesinatos, aunque la hipótesis se descartó y, conjuntamente y pese a los diagnósticos de Dagmar como una mujer trastornada, también se desechó la alternativa de que estuviese loca.
En cuanto a Svendsen, el novio de Dagmar, se supo que éste recibía dinero de ella y que no le gustaban los niños, cosas que juntas lo volvían sospechoso de colaboración.
Por su parte, la madre de Dagmar mostró una extraña inestabilidad emocional en el juicio, estando unas veces en actitud pasiva, otras en una intensa desesperación, y algunas en un estado de enérgica jovialidad.
Un punto interesante del proceso fue cuando, ante la acusación de asesinato premeditado, el abogado de Dagmar dijo que ésta no era sino “el instrumento de una sociedad dañada y de unas madres irresponsables”.
Finalmente a Dagmar se le terminó condenando por 9 asesinatos (confesó 16 pero no todos pudieron probarse) y se le dictó pena de muerte; mas, aunque el veredicto no fue apelado, un mes después se la perdonó y se le impuso cadena perpetua.
La razón de esto estuvo en el hecho de que el debate logró hacer tomar conciencia a los presentes de una verdad fundamental: Dagmar era culpable, pero detrás de ella estaban dos grupos de culpables: primero, los padres y madres irresponsables que no supieron prevenir el nacimiento de un bebé que no iban a poder y/o querer cuidar; segundo, la totalidad de la sociedad danesa que, en virtud de determinados defectos, propiciaba hasta cierto punto el nacimiento de niños fuera del matrimonio.
Después de ser trasladada de la prisión de mujeres en Christianshavn a la Prisión Occidental, el tiempo pasó y el 6 de mayo de 1929 Dagmar falleció en cautiverio a la edad de 46 años. Las obras que cometió en vida fueron indiscutiblemente reprobables, pero el legado de concientización que dejó se plasmó en una ley de supervisión para los niños nacidos fuera del matrimonio, la cual estuvo en pleno vigor hasta 1965. También y aunque de menor trascendencia social, Dagmar inspiró una obra teatral (“Historien om en Morder”) a la compañía Teatred ved Sorte Hest y una novela (“Englemagersken”) a la escritora Karen Sondergaard.
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