La ‘Pantera Negra’, el ladrón de Correos que mató y ocultó a una menor en un pozo
Donald Neilson ya había perpetrado cerca de 400 robos y tres asesinatos más cuando ejecutó su crimen más atroz
Lesley se despertó sobresaltada cuando, de madrugada, un desconocido ataviado con un pasamontañas la apuntó con una escopeta a los pies de su cama. Tras amenazarla con matarla si no seguía sus órdenes, la amordazó y la trasladó al coche para maniatarla. Antes de huir, el hombre volvió a entrar en la casa y dejó tres mensajes con las instrucciones para el rescate.
Ya en el escondite y a la espera del dinero, el secuestrador metió a la menor en un pozo de ventilación de veinte metros de profundidad. Sin embargo, una serie de infortunios llevó a Donald Neilson, más conocido como ‘La Pantera Negra’, a asesinar a la chica, heredera de una de las mayores fortunas de Inglaterra. Su muerte conmocionó a la sociedad británica: el autor era un célebre ladrón de sucursales de Correos que ya había liquidado a otras tres personas más.
Marcado por las burlas
Donald Neilson, nacido como Donald Nappey el 1 de agosto de 1936 en Morley, un suburbio al oeste de la inglesa ciudad de Leeds, creció en una familia de bajos recursos económicos y bajo las continuas burlas de sus compañeros de clase. Su apellido, Nappey, que en inglés tiene una pronunciación similar a “nappy” (pañal), era el centro de todas las mofas hasta el punto de generar graves problemas en Donald.
El pequeño terminó siendo un solitario y optó por el lado oscuro: antes de los diez años ya había cometido hurtos menores, aunque quedaron en meras advertencias. El mazazo llegó con la muerte de su madre en enero de 1947, porque, aparte de asumir la pérdida en sí, Donald tuvo que responsabilizarse de su hermana pequeña mientras su padre trabajaba en la industria lanera.
Con diecisiete años, el adolescente ya había dejado los estudios y trabajaba como aprendiz de carpintero, y los fines de semana salía de fiesta en Bradford, una localidad cercana. Allí conoció a su futura esposa, Irene Tate. La pareja contrajo matrimonio en secreto en abril de 1955. Ella tenía veinte años y él todavía dieciocho.
Pero justo antes de la boda, Donald empezó el servicio militar en Infantería Ligera, en Yorkshire, donde suspendió el entrenamiento básico de diez semanas, por lo que tuvo que repetirlo. La disciplina militar influyó sobremanera en su carácter, y más cuando fue destinado a lugares como Kenia, Aden y Chipre. El joven se formó en la selva con un rifle de cañón corto, muy similar al fusil empleado durante su etapa criminal, y sufrió el secuestro por parte de unos terroristas que querían ejecutarlo.
Una vez concluida su carrera militar con rango de cabo en 1958 (su mujer le insistió en que lo dejara), afrontó su nueva vida marital con la compra de una pequeña casa a las afueras de Bradford, en Leeds Road, y con el nacimiento de su hija Kathryn dos años más tarde.
Por otra parte, Donald quiso romper con su vida anterior y dejar atrás su apellido, Nappey, para pasar a ser Neilson. Todavía recordaba el bullying sufrido en su etapa escolar y se negaba a que su hija sufriera el mismo tipo de acoso. Así fue cómo en 1964 la familia Nappey pasó a llamarse Neilson.
En cuanto a la elección del nuevo apellido, hay expertos que apuntan a que Donald optó por él tras comprar un negocio de taxis a un hombre llamado Neilson, aunque también hay otra versión que apunta a que tomó el nombre de una furgoneta de helados de la que eran clientes asiduos.
Los crímenes de Correos
Los siguientes años, Donald trabajó como carpintero y trató de triunfar en el mundo de los negocios montando una empresa de seguridad, pero fracasó. Por ese motivo decidió buscar ingresos extras y mejorar su calidad de vida mediante el asalto a domicilios. Lo tenía todo para prosperar en su trayectoria delictiva: tenía conocimientos y entrenamiento militar, vestimenta adecuada y sabía mantener muy bien las distancias en su comunidad.
De hecho, rara vez los vecinos vieron a Donald y a su familia en eventos o fiestas, ni siquiera llevaban invitados a su propia casa. No se mezclaban con nadie y parecían vivir recluidos. De ahí que nadie sospechara que el exsoldado era un ladrón: todo lo hacía de forma oculta. Entre sus singulares hobbies: vestirse con ropa militar y escenificar situaciones de guerra. La obsesión de Donald por lo bélico era tal que forzaba a la familia a participar en campamentos de corte militar y a utilizar redes de camuflaje.
Entre 1965 y 1974, Donald cometió más de 400 robos en domicilios. Utilizaba una abrazadera manual y unos taladros pequeños para agujerear los marcos de las ventanas y así manipular los pestillos con un cable o un destornillador fino. Su modus operandi le valió apodos como ‘El Fantasma’ o ‘Handy Andy’.
En 1967, su actividad criminal derivó en robos con fuerza y posteriormente, al cambiar de objetivo, en asesinato: pequeñas sucursales de Correos en las zonas de Lancashire y Yorkshire. Para ello se hizo acopio de un importante arsenal armamentístico, que no dudó en utilizar si alguno de los presentes lo confrontaba. Sus tres primeras víctimas asesinadas fueron Donald Skepper, Derek Astin y Sidney Grayland en un período de nueve meses.
A raíz del segundo crimen, el de Astin, la prensa lo bautizó como ‘La Pantera Negra’. Durante la entrevista televisiva a la esposa del fallecido, esta describió al asesino como alguien de “movimientos tan rápidos como una pantera”, en alusión a la ropa oscura que vestía. “¿Dónde está esta ‘Pantera Negra’?”, se preguntó el reportero al finalizar la crónica.
En la investigación de estos crímenes participaron más de cien policías y gracias a los testigos oculares se difundieron hasta seis retratos robots distintos. Sin embargo, nadie conseguía capturar a la ‘Pantera’. La única prueba fehaciente que encontraron fue la munición empleada en cada golpe y que correspondía a una carabina del 22, el .22 Long Rifle.
El secuestro y asesinato de Lesley
El 14 de enero de 1975, dos meses después de su tercer asesinato, Donald llevó a cabo uno de sus planes más ambiciosos: el secuestro de la novia del empresario George Whittle, Dorothy, conocido por su boyante negocio de autocares. Según Donald, decidió planificarlo tras leer en la prensa la importante fortuna que el industrial iba a dejar a su novia y a sus hijos.
Desde 1972 y hasta el día de autos, el exmilitar se dedicó a diseñar concienzudamente el asalto a la casa de los Whittle y el posterior rapto de la mujer, por el que pediría un cuantioso rescate de 50.000 libras.
Habían pasado unos minutos de la una de la madrugada cuando ‘La Pantera Negra’ se coló en la mansión de los Whittle. Se dirigió al dormitorio de Dorothy, pero confundió las puertas y entró en el de la hija. Lesley se despertó sobresaltada cuando un encapuchado la encañonó con una escopeta recortada y la amenazó con volarle los sesos si gritaba. Le tapó la boca, la llevó al coche donde la maniató y regresó al salón para pegar tres mensajes con cinta adhesiva. Eran las instrucciones para conseguir la liberación de la adolescente.
Una vez en carretera, Donald condujo hasta Bathpool Park, en Kidsgrove, y obligó a la menor a descender por un pozo del sistema de alcantarillado de unos veinte metros de profundidad. Al fondo, el asesino había dispuesto un colchón y un saco de dormir. Ya abajo, ató a Lesley con una soga de alambre a un lado del pozo. Horas después, la obligó a grabar dos mensajes para su familia: “Por favor, mamá” y “No hay por qué preocuparse, mamá. Estoy bien. Me mojé un poco, pero ahora estoy seca. Me está tratando muy bien, ¿vale?”, se podía escuchar.
Tan pronto como la familia se percató de la desaparición de la niña y vieron los mensajes en el salón, lo pusieron en conocimiento de las autoridades y comenzó una búsqueda frenética contrarreloj. Ronald, el hermano de Lesley, se ofreció como mediador para entregar el dinero del rescate al secuestrador, pero una serie de confusiones hicieron que esto nunca se llevase a cabo.
Ni la policía ni el joven lograron dar con las pistas que Donald les fue dejando hasta pasados varios días, y cuando las localizaron, ya era demasiado tarde. El asesino incluso había disparado a un guarda de seguridad que sospechó de sus movimientos. Así que, ante la imposibilidad de cobrar ese rescate, el exsoldado asesinó a Lesley.
El hallazgo
Hasta ese momento, ningún medio de comunicación se había hecho eco de la noticia del secuestro: la policía pidió expresamente un ‘apagón de noticias’ para no entorpecer la investigación. Este terminó el 5 de marzo cuando el Superintendente jefe de la Policía y Ronald Whittle, hermano de Lesley, dieron una rueda de prensa.
Gracias a la difusión del caso, dos alumnos acudieron a comisaría para explicar un insólito hallazgo en Bathpool Park y que podía tener relación con Lesley: un mensaje pegado con cinta adhesiva a una rendija que decía, “Deje caer la maleta al agujero”. Al día siguiente, se inició una búsqueda exhaustiva y decenas de agentes inspeccionaron los pozos de drenaje del lugar.
El 7 de marzo se encontró el cuerpo de Lesley colgado de un alambre en el fondo de uno de los pozos. Junto a ella había una grabadora de cinta de casete, un colchón, una almohada y una manta, dos revistas y seis libros. Según el informe de la autopsia, la adolescente sufrió un síncope vasovagal. Es decir, falleció víctima de un paro cardíaco después de que Donald la empujase por el conducto encadenada a ese mecanismo.
El asesinato de Lesley conmocionó a la opinión pública y durante los siguientes meses la policía se esforzó en encontrar al culpable. Más de ochocientos policías se dedicaron a interrogar a los más de 22.000 habitantes de Bathpool Park. Pero todo esfuerzo fue infructuoso. Hasta que el jueves 11 de diciembre, sobre las once de la noche, dos agentes dieron el alto a un sospechoso con una mochila. Era Donald Neilson.
Acorralado por las preguntas de los policías, el asesino sacó su escopeta de cañones recortados y secuestró a los oficiales dentro del vehículo oficial. Mientras uno de los agentes conducía, otro aprovechó un momento de descuido del delincuente para arrebatarle el arma. En medio de la confusión, el conductor frenó bruscamente a las puertas de un bar, de donde salieron dos clientes que, al ver la trifulca, trataron de ayudar. Finalmente, lograron reducirlo y esposarlo.
Una vez en comisaría y tras más de doce horas de interrogatorio, el detenido terminó confesando el secuestro y el asesinato de Lesley Whittle. Sus declaraciones llenaron dieciocho páginas de informe. Entre tanto, se procedió a cotejar las huellas de Donald con las encontradas en el pozo, y coincidieron al 100%.
También se llevó a cabo el registro del piso del asesino, donde incautaron: una gran colección de armas y vestimenta militar, rollos de cuerda, equipo submarino, mochilas, radios, llaves de unos 700 coches, una peluca, un equipo clasificado, cuchillos y un traje polar.
Y, en un escondite del techo, localizaron una escopeta Remington de cañones recortados, provista de un silenciador y de más de 1.000 cartuchos de munición. Por no mencionar el rifle del 22 con mira telescópica y cartuchos del mismo calibre. Era el utilizado en los asesinatos de las sucursales de Correos.
De por vida
El juicio contra Donald Neilson se celebró en 1976 y en el mes de julio fue condenado a cadena perpetua por el secuestro y asesinato de Lesley Whittle, aunque él mantuvo su inocencia hasta el último momento alegando que ella misma se ahorcó.
Semanas más tarde, otro juez también lo sentenció a cadena perpetua por los asesinatos de las tres víctimas de Correos, además de tres sentencias de diez años cada una por robo y posesión ilegal de armas. Todas las condenas debían ejecutarse simultáneamente, pero tras el recurso de la defensa, tan solo recibió una pena de cadena perpetua.
‘La Pantera Negra’ volvió a apelar para conseguir la libertad en el año 2008, ahora bien, el magistrado Teare, del Tribunal Superior de Justicia, refutó el recurso por los siguientes motivos: “Este es un caso en el que la gravedad de los delitos del solicitante justifica la cadena perpetua.
La forma en que la joven fue asesinada demuestra que también implicó un grado sustancial de premeditación o planificación”. Y añadió que tanto la ubicación como la forma de morir de la adolescente indican que debió de ser sometida “a una terrible y horrible experiencia”.
Tres años después, Neilson falleció en la prisión de Norwich por una afección pulmonar. Era el 17 de diciembre de 2011 cuando los familiares de sus víctimas respiraron con alivio: ‘La Pantera Negra’ ya nunca quedaría en libertad.
Escrito por Mónica G. Álvarez en La Vanguardia.
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