No hay fenómeno de masas que los afilados lápices de sus artistas no hayan machacado en sus páginas. Se acabó la risa.
Se acabó la risa. Mad Magazine, una de las revistas de humor más veteranas del mundo, que congregó a algunos de los mejores dibujantes e historietistas, anuncia su cierre después de 67 años de vida y peripecias. Aunque aún no ha habido un comunicado oficial por parte de Meredith Corporation, su editorial, el despido de su director, Dan Tefler, y de dos de sus dibujantes, Evan Dorkin y David DeGrand, parece confirmar que la publicación estadounidense tiene los días contados. Los próximos números solo recogerán material antiguo. Y tienen para elegir.
William M. Gaines, editor de EC Cómics, encargó en 1952 al mítico dibujante y guionista Harvey Kurtzman la creación de Mad Magazine, aunque el nombre original del primer número era Tales calculated to drive you MAD (Cuentos pensados para volverte LOCO). El propio Kurtzman firmó la primera portada de un número de octubre en el que participaron también otros grandes nombres de la casa, como Wally Wood o Jack Davis, que venían de otras publicaciones de la editorial EC, sobre todo de terror, como Tales from de crypt.
Duró apenas cuatro años al mando, aunque tomó una de las decisiones más importantes para su supervivencia. Pese a que había nacido como un comic book más de la EC, él decidió convertirla en una revista, lo que la liberaba de la rígida censura del Comics Code, la siniestra autoridad que velaba por lo que leían los niños en los tebeos de la época.
En 1956 Kurtzman, que en la siguiente década se haría muy famoso gracias a la tira erótico festiva "Little Annie Fanny" publicada en Playboy, cedió el timón a su amigo Al Feldstein, quien reclutó a artistas como Don Martin(volcado en el humor absurdo), Sergio Aragonés (emigrante español creador de Groo, parodia de Conan) o Mort Drucker (que sentó las bases del estilo de caricaturas de la revista).
También fue quien convirtió al personaje Alfred E. Neuman en la mascota de la revista. De orejas enormes y con un hueco donde debería haber una paleta, el sonriente chaval personifica en cierto modo al idiota feliz y ha compartido desde entonces portadas con lo más granado de la historia de Estados Unidos, desde George W. Bush a Trump, pasando por Mark Zuckerberg, creador de Facebook. Aunque el primer boceto del personaje fue obra de Will Elder, fue Norman Mingo quien se encargó de la versión definitiva. El original de su primera portada se vendió en 2008 en un subasta por 203.000 dólares. Poca broma.
Enseguida la revista encontró un filón en la parodia de los grandes éxitos de la cultura americana. Todo lo que se hacía popular, ya fuera en la política, en el cine o la televisión, tenía su versión ridícula y absurda en las páginas de Mad. El padrino, Lost, Alien, Titanic, Grease, Dallas… La lista de fenómenos de la cultura de masas machacados despiadadamente por los artistas de la revista es interminable. Lo único exitoso que se libraba de sus afilados lápices era la propia publicación, cuyas ventas fueron aumentando de forma espectacular, hasta alcanzar en 1974 una tirada de más de dos millones de ejemplares.
A lo largo de estas siete décadas la revista ha vivido todo tipo de sobresaltos, tanto legales (George Lucas, por ejemplo, pidió la retirada de un número por una parodia de 'El imperio contraataca' que infringía, según sus abogados, su copyright) como económicos, ya que a partir de los ochenta entró en un cierto declive. En 2001, con John Ficarra como director, cambió de formato en un intento de revitalizarla, lo que provocó que algunos críticos dijeran que seguramente el difunto William M. Gaines estaría revolcándose en su tumba. La revista lo desmintió: el padre de la idea había sido incinerado en 1992, así que eso era imposible.
Si la versión original ha durado casi 70 años, su hermana española no fue tan longeva. La editorial Planeta lanzó la cabecera en España en 2006, con material estadounidense y la incorporación de algunos dibujantes nacionales, como Cels Piñol, Carla Berrocal y Mike Bonales. Desgraciadamente, la aventura apenas duró ocho números.
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