El escritor vivió la oscura última etapa de su vida en una casa del corazón del barrio neoyorquino, hoy convertida en museo
La línea 4 del metro nos llevó desde el corazón de Manhattan hacia el norte, hacia nuestro objetivo de ese día: la estación Fordham Road, en el corazón del Bronx neoyorquino. Un barrio que atemoriza a muchos sólo por los recuerdos de lo que fue, porque lo que vimos nada tenía que ver con el peligro o el temor.
Ese soleado día de primavera, la avenida Fordham hervía de gente, y varias de las tiendas que abundan en Manhattan ofrecían los mismos productos pero más baratos, además de otras marcas inexistentes en la Gran Manzana.
A un par de calles, una treintena de empleados de una telefónica hacían una ruidosa protesta frente a las oficinas, con vuvuzelas y todo, casi en el cruce de Fordham con la ancha avenida Grand Concourse.
Nuestro destino estaba a 400 metros de la esquina, cruzando Grand Concourse: esa simpática cabaña de madera de estilo holandés, blanca de techo negro, que se veía tan frágil en ese pequeño espacio verde asediada por avenidas y grandes edificios, en el cruce de Grand Concourse y Kinsgbridge Road.
Sin embargo, algo de la atmósfera de mediados del siglo XIX parecía haber quedado flotando en el lugar, retenido entre el verde del césped y los añosos árboles.
Y no nos resultó difícil imaginarlo en 1846, cuando a esa casa rural de madera con porche y un primer piso -que había sido construida en 1812- se mudó el escritor Edgar Allan Poe con su esposa Virginia y su suegra.
El lugar entonces era campo puro -excepto por un hotel, un par de tabernas y una herrería-, muy lejos de una Nueva York que apenas llegaba hasta lo que hoy es Times Square. Quien es considerado uno de los padres de la literatura norteamericana moderna llegó a esa cabaña buscando aires más saludables para Virginia, enferma de tuberculosis.
Una cama -la cama en la que murió Virginia- un espejo y una mecedora son los elementos originales que conserva el cottage del autor de El corazón delator, Cuentos de lo grotesco y arabesco o poemas como el ya entonces (en 1846) famoso El cuervo. De hecho, en la cabaña hay también un cuervo embalsamado dentro de una jaulita de cristal.
Sí, Poe había alcanzado cierta fama literaria, pero el dinero escaseaba. En el Bronx vivió entre privaciones, y en el lugar cuentan detalles como que su suegra salía de noche a recolectar verduras de las huertas de vecinos para poder comer.
Los aires campestres no ayudaron a la pobre Virginia, que murió en esta cabaña a comienzos de 1847. Y su viudo inició entonces su etapa más oscura, la última de su vida. Dicen que solía visitar la biblioteca de la Universidad de Fordham, donde los religiosos que allí vivían le convidaban cigarros y la “sangre de Cristo” para beber.
El lugar en 1846 era campo puro, muy lejos de una Nueva York que apenas llegaba hasta lo que hoy es Times Square
Poe vivió en el Bronx tres años; en 1849, el hombre que reinventó la literatura de terror apareció muerto en una calle de Baltimore, en circunstancias que nunca fueron esclarecidas. Hay varias hipótesis sobre su muerte, que bien podrían dar lugar a una novela de misterio.
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