Empezaré diciendo que estamos ante dos novelas negras clásicas, pero muy distintas entre sí a pesar de la alta calidad de ambas.
Matsumoto es considerado el impulsor del género negro en Japón y estas dos novelas son buena muestra de por qué.
Las dos son clásicas como lo son las de Agatha Christie, Georges Simenon o Colin Dexter, novelas en apariencia plácidas que terminan denunciando los límites a los que el ser humano está dispuesto a llegar.
En este caso, la primera, El expreso de Tokio, es puramente de procedimiento, de un policía que no ceja hasta que encuentra la explicación a lo que sabe que es cierto, pero tiene muy poca participación de los personajes y es básicamente el seguimiento de las pesquisas del detective. Sin embargo, no tiene nada de sencillo porque la trama está perfectamente construida y desemboca en un final —más o menos— inesperado y que encaja perfectamente con lo precedente. Desde luego, deja un buen sabor de boca.
La segunda, La chica de Kyushu, mucho más basada en personajes y en historias que se van entrelazando lentamente, dibuja un paisaje mucho más político, una crítica más feroz a la sociedad japonesa de los años sesenta, tan anclada en la tradición.
Como he dicho, son dos novelas muy distintas pero Matsumoto hace un excelente trabajo en ambas llevando al lector dónde le interesa.
Además, el autor usa esa calma, esa seriedad propia de la sociedad japonesa para tejer una trama especialmente interesante, por lo que la lectura de las dos novelas hará entrar al lector en un mundo distinto al que estamos acostumbrados en las novelas negras occidentales. Merece la pena. Todo es similar a lo que conocemos, pero la localización impone una pátina de novedad en todo que se hace irresistible.
Como siempre, la edición de Libros del Asteroide es impecable y, aunque el precio no es económico, merece la pena pagarlo por leer las únicas dos traducciones del autor japonés al español. Imprescindibles para los amantes de los clásicos de la novela negra.
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