Con la excusa de la publicación de 'True crime' del criminólogo Vicente Garrido, el artículo hace un repaso a la importancia que ha cogido el género en nuestras vidas.
En el libro, analiza las virtudes de las series y filmes sobre delincuentes reales que nos fascinan
Las series, películas, documentales y libros sobre crímenes reales que tanto nos fascinan son algo más que potentes artefacto de evasión y entretenimiento. También cumplen relevantes funciones sociales. Lo dice y argumenta con detalle el catedrático en Criminología y asesor de policías y jueces Vicente Garrido, que hoy publica un exhaustivo ensayo al respecto bajo el título True crime. La fascinación del mal ( Ariel).
¿Por qué los productos culturales basados o inspirados en hechos delictivos verídicos ocupan siempre los primeros puestos de las listas de audiencia y ventas, sobre todo si abordan asesinatos violentos? En su respuesta, lo que Garrido nos presenta son cuatro motivos por los cuales esas series, filmes y libros nos resultan no ya sólo útiles o necesarios sino –a su juicio– totalmente esenciales en nuestras vidas. Pues se trata de cuestiones de supervivencia, entendimiento de la sociedad, corrección de errores y perjuicios desde el poder y, naturalmente, de experimentación de emociones.
Los filmes y libros sobre crímenes reales “nos ayudan a sobrevivir, a entender la sociedad y a identificar los abusos y errores del poder"
El true crime –expresión anglosajona que designa las obras sobre crímenes reales– “nos enseña a sobrevivir a través de recreaciones orientadas a que aprendamos quién puede engañarnos o manejar una agenda oculta contra nosotros”, señala el autor. Se trata de la misma función que en otros tiempos cumplieron narraciones y cuentos como los escritos o popularizados por los hermanos Grimm, caso de Hansel y Gretel o Caperucita Roja : claros aviso del riesgo de fiarse de los desconocidos. “Eso tiene mucho sentido si piensas en la evolución del ser humano, en gran medida consistente en aprender a discriminar los peligros de la existencia, antes localizados en el reino animal o en otras tribus y ahora en el seno de la propia sociedad”. Todos estamos “programados para prestar atención a lo que amenaza a nuestras vidas”.
Las producciones que parten de crímenes verdaderos “nos ayudan a comprender a las personas y la sociedad al plantearnos situaciones extremas o trascendentes”, agrega el experto. Y cita dos series: Chernobyl , en tanto que valioso relato de cómo la gente y el Estado reaccionaron ante un cataclismo nuclear, con dirigentes que pusieron sus intereses por encima de la vida de los ciudadanos”; y Making a murderer , documental que es “un excelente análisis de la corrupción policial”.
En esa línea, el true crime “sirve para señalar disfunciones graves en el sistema”, como casos de trato injusto en los tribunales, situaciones indignas en las prisiones o discriminación de víctimas consideradas de segunda , como fue el caso de las prostitutas asesinadas en Long Island que basó la serie Lost Girls.
Más banal suena la constatación de que estos productos “nos emocionan, distraen y divierten”. Pero eso forma parte de nuestra naturaleza. “Es como subir en la montaña rusa. No lo hacemos porque seamos masoquistas sino porque lo pasamos de muerte con una sensación de peligro, sabiendo que no nos ocurrirá nada”. Es decir, pasamos un buen mal rato que “nos enfrenta al miedo y la angustia desde la seguridad”. Sucede con la serie Fargo –dice– y otras tantas en que disfrutamos con asesinatos violentos. Aunque hay excepciones, “pues nadie disfruta con una historia de genocidio”... Nadie, salvo los psicópatas capaces de cometerlos, claro.
Al fin y al cabo, la inmensa mayoría de los grandes autores, incluidos Homero, Shakespeare, Dostoyevski o Dickens, escribieron sobre el crimen. Vicente Garrido, criminólogo y escritor
¿Puede concluirse, entonces, que las series y demás obras cinematográficas, literarias o escénicas basadas en nuestros peores pecados nos hacen mejores? "En la medida en que son cultura y nos hacen reflexionar, representan un elemento de progreso y desarrollo", responde Garrido. Al fin y al cabo, "la inmensa mayoría de los grandes autores, incluidos Homero, Shakespeare, Dostoyevski o Dickens, escribieron sobre el crimen". O sea, que sí; que las historias de malos nos ayudan a ser buenos.
Artículo publicado originalmente en La Vanguardia.
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