Sí, pero…
«Sí, pero…», me parece un buen título para esta reseña.
¿Es buena la trama? Sí, pero…
¿Es el tema interesante? Sí, pero…
¿Es buena la prosa? Sí, por supuesto, pero…
¿Es la edición correcta? Sí, pero…
Entonces, ¿qué le falta a esta novela o, mejor dicho, de què carece?
Desde mi punto de vista, no araña. No tiene garras ni dientes. Esta historia se merece morder y atacar a tus creencias, no dejarte indiferente contando un relato que debería desgarrar tus entrañas de forma —no anodina—, pero sí demasiado distante para mi gusto.
Sin nada concreto que objetar, una se queda con la sensación de que Colson Whitehead podría haber exprimido mucho más esta novela hasta llegar a convertirla en una de las grandes novelas americanas de todos los tiempos.
El tema, desde luego, se lo merece.
En plena época de Jim Crow, el racismo es más agresivo que nunca, especialmente en el colegio Nickel para chicos. Os puedo asegurar que todos podéis imaginaros escenas horrorosas en la escuela y, según el autor, lo son. Pero cuando lo lees, te quedas a medias, ni te sorprende ni te entristece.
Y esa falta de sentimiento, de sensaciones, de asco, de lo que sea, que el lector debe sentir, es exactamente lo que le falta a esta novela que, a veces, parece más un reportaje periodístico que una ficción que pretende emocionar.
Imperdonable para un autor doble premio Pulitzer.
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