Esa, sin más, letras blancas sobre fondo negro, es la portada de la esperada biografía de Woody Allen.
Y, sinceramente, eso es todo lo que deberíamos necesitar para entender qué nos vamos a encontrar.
Al fin y al cabo, el cineasta neoyorquino —aunque él se define como escritor— ha usado la misma tipografía, también en fondo negro, que utiliza desde hace años en los créditos de sus películas.
Y ese hecho es una gran pista para los lectores. El punto de unión entre los dos universos —el de la biografía y el de sus películas, esa particular configuración— tan alejada de la estética de Saul Bass que suele buscar ser llamativa, nos adentra en la autobiografía de Woody Allen.
Otra cosa que nos demuestra la configuración de la portada, ese diseño característico es lo que nos vamos a encontrar en el interior: una biografía, sí, pero contada como Woody escribiría el monólogo de uno de sus guiones, con su estilo gracioso y natural. A mí me ha recordado poderosamente en cuando en cuanto a la forma a ‘Memorias de un amante sarnoso’ la autobiografía —por llamarla de alguna forma— del mismo Groucho Marx admirado por Woody.
Dicho esto, podemos esperar lo lógico en una biografía: infancia, historia familiar y profesional, éxitos y fracasos; todo desde su prisma particular.
Ahora podría ponerme a elogiar o a criticar momentos concretos del libro, o del estilo del autor, o hablar del famoso pasaje de abusos sexuales, pero voy a apropiarme un poco de la filosofía con la que Woody impregna el libro para ser lo más claro posible.
Los que quieran leer este libro por todo el morbo de los abusos sexuales, que se abstengan. Los que hayan disfrutado en algún momento con esos diálogos locos de Allen, que la lean. Los que esperen encontrar un manual de cine, que busquen en otro lugar. Los amantes de las biografías, que la añadan a su colección. Los que esperen encontrar a un Allen distinto, más maduro, más alejado de su personaje público, que no se acerquen. Los que pretendan pasar un rato entretenido, que le den una oportunidad. Los que deseen comprobar como el cineasta se hace la víctima por todo lo que le ha sucedido en los últimos años para regodearse en la pena ajena, que se dediquen a otra cosa (o mejor que la lean, para que vean lo equivocados que están respecto a su forma de mirar al mundo).
Espero haber sido suficientemente claro.
Hace poco, escribí mi reseña de ‘Becoming Superman’ de J.M. Straczynski y decía que era la autobiografía más emotiva que había leído. Esta no lo es, pero tiene su momentos.
Siempre tirando de su peculiar humor y naturalidad, quitando hierro a todo, como por ejemplo cuando dice que dirigir consiste en ‘[...]contratar a intérpretes excelentes y dejarlos tranquilos. Ese fue siempre mi secreto como director. Eso y terminar a las cinco. [...] Mi lema es: contrata a los grandes y no te metas en su camino.’, logra su objetivo porque, según sus propias palabras ‘[las obras de arte] se realizan [...] para satisfacer un deseo artístico y, con suerte, entretener.’
Este libro no es ninguna obra de arte —ni lo pretende—, pero entretiene, que es mucho más de lo que pueden decir algunos.
Sinceramente, solo con leer ‘Traté de ser mago, hasta que descubrí que solo podía manipular naipes y monedas, pero no el universo.’, allá por la página 30, Allen ya me había atrapado.
No he soltado el libro desde ese momento hasta que he llegado a la página 439.
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