Empecemos por el principio, que normalmente suele ser lo correcto. No nos confundamos: no es lo mismo ciencia ficción que ficción ambientada en el espacio, o en el futuro, o en paisajes alienígenas. La ciencia ficción, como yo la entiendo, tiene ese componente de crítica social, de eludir a la censura de épocas pasadas —quizás no tanto— para atacar problemas reales de la gente real. Alejarnos del problemas para ganar en perspectiva. Esa es la razón principal —si descartamos lo maravilloso de su prosa— por la que autores pasados de ciencia ficción siguen siendo tan leíbles hoy en día. Pienso en Ray Bradbury, Philip K. Dick, Isaac Asimov y los que rompieron su presente llevándonos al futuro.
Eso es lo que pretende DEVS.
DEVS es una serie de ciencia ficción de muy buena factura, que mantiene sus misterios de forma correcta hasta pasados 2/3 de la temporada y, sinceramente, sabe muy bien a qué juega.
Pero ese es precisamente su pecado.
Se cree tanto su propia premisa, la importancia de la misma, de lo que pretende lograr —más allá de entretener al espectador, cosa que debería estar siempre presente en una plataforma de pago— que a veces cae en la autocomplacencia y se dibuja creyendo que el mensaje es suficiente, que el final de la trama es tan bueno, encaja tan bien, que lo magnifica todo.
Sin el camino, no hay final. Aunque ese desenlace sea todo lo que alguien podría desear, si el camino no engancha, muchos se quedarán en él, perdidos en una serie que parece plana, pero que, vista en perspectiva, no lo es tanto.
En resumen, la lentitud de la serie sirve muy bien a su propósito final, pero muy poco al entretenimiento —más allá de algunos capítulos o escenas un poco más interesantes en ese sentido— y eso juego en su detrimento.
La que podría haber sido una serie excelente sobre la existencia —o no— del libre albedrío, termina perdida antes de empezar. Un error imperdonable en la época de las plataformas, donde cuando algo no engancha se deja de ver y, a otra cosa, mariposa.
Sin ánimo de hacer *spoilers*, otro fracaso de la serie —no sé si por el hecho de no saber hasta el final si van a hacer o no una segunda temporada (no lo creo)— es el final. Una buena serie, o novela, o texto de ciencia ficción derrotista como esta no puede permitirse un final almibarado. Es demasiado fácil, demasiado irreal, mucho más falso que los futuros inventados, las visitas de alienígenas o los hombres perdidos en Marte.
Una decepción a medias.
Para los que se animen, está en HBO.
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