Cierran tras 120 años los icónicos almacenes de Moscú
Hoy recupero el artículo de la Vanguardia acerca del cierre del que, en la época zarista, era el “templo de la glotonería”, según el cronista de principios del XX Guiliarovski
Íbamos a comprar kolbasá (fiambre), pero era como entrar en un palacio”, recuerda Svetlana, una mujer de mediana edad que vivía en el centro de Moscú y solía quedarse con la boca abierta cada vez que, después de probar un helado en los almacenes GUM de la plaza Roja, su madre la llevaba a Yeliséyevski, la tienda más icónica de Moscú. Hasta ahora, porque ayer el supermercado decorado con barrocas columnas , arcos de medio punto y suntuosas lámparas de lágrimas, echó el candado a una etapa histórica.
Durante 120 años sus recargados muros han sido testigos del imperio ruso, de la revolución bolchevique, de la Unión Soviética, la perestroika y los difíciles años noventa. Pero las dificultades financieras y unas complicadas negociaciones legales le han impedido sobrevivir a la pandemia del coronavirus. Un portavoz del negocio, Gleb Prostakov, ha dicho que estas últimas han sido el principal motivo del cierre.
En la época zarista era el “templo de la glotonería”, según el cronista de principios del XX Guiliarovski
Desde el 2005 al 2015 el edificio perteneció a la ciudad de Moscú, aunque era administrado por la red de supermercados Alíye Parusá. En 2015 la ciudad accedió a vendérselo, pero la operación está actualmente estancada. Alíye Parusá cerró todas sus tiendas en el 2019 a excepción de Yeliséyevski. A falta de otras explicaciones, en Moscú se interpreta que la pandemia no ha sentado nada bien al negocio.
Desde el Ayuntamiento no olvidan el simbolismo de este lugar, situado en la céntrica calle Tverskaya y parada obligada de los turistas, que no querían terminar su visita a Moscú sin hacerse una foto entre las latas de conserva y los cuadros históricos que adornan las paredes. Las autoridades locales han asegurado que tienen la intención de mantener la legendaria tienda. “Independientemente de quien sea el propietario o usuario, se celebrará con ellos un contrato de protección con la obligación de preservar un monumento arquitectónico, un objeto de patrimonio cultural de importancia federal”, ha enfatizado el ayuntamiento. Pero de momento no hay fecha para la reapertura.
Yeliséyevski no era solo la tienda de comestibles más bonita de Moscú. Era también la más antigua. El comerciante Grigori Yeliséyev la abrió en 1901 en la céntrica Tverskaya junto a una bodega de vinos rusos y extranjeros, el negocio con el que su familia hizo fortuna. Para su proyecto, ordenó reformar una mansión construida en el siglo XVIII para Grigori Kozitski, secretario de Estado de Catalina la Grande. A principios del XIX allí estuvo el salón literario de la princesa Zinaída Volkónskaya, frecuentado entre otros por Alexánder Pushkin.
Desde el principio, los ultramarinos de Yeliséyev invitaron al lujo y propusieron a sus clientes todo tipo de manjares. Y es que era la primera tienda de comestibles de gran tamaño que se abría en Moscú. Sus contemporáneos la veían como un templo de Baco. Para los estándares de Moscú de principios del siglo XX era un espacio grandioso, con una gran variedad de productos de la más alta calidad, por supuesto para los bolsillos más pudientes: en sus departamentos se podía encontrar aceite de oliva, trufas francesas, quesos, ostras de Ostende o caviar autóctono, sin olvidar el esturión o el jamón cocido. El conocido escritor y periodista Vladímir Guiliarovski, autor del libro Moscú y los moscovitas , se refería en broma al lugar como “el templo de la glotonería”.
Desde el principio, los ultramarinos de Yeliséyev invitaron al lujo y propusieron a sus clientes todo tipo de manjares
Tras la revolución, Grigori Yeliséyev emigró a París y, como no podía ser de otra manera, el negocio se nacionalizó con un nuevo y orgulloso nombre: Gostronom N.º 1, aunque los moscovitas seguían prefiriendo el nombre original. Durante el comunismo se mantuvo la suntuosidad del lugar, pero los manjares se redujeron, ya que dejaron de venderse productos extranjeros. El que podía pagarlo, encontraba algunos lujos de fabricación nacional.
“Era muy conocida. Pero era un típica tienda soviética: tenías que elegir un producto, te lo pesaban y luego había que ir a pagar en caja antes de volver con el ticket para recibirlo. Y había lo que en las demás tiendas. Aunque si querías comprar algo rico, ahí seguro que lo encontrabas”, dice Svetlana. De hecho, había clientes que llegaban de todas las partes del país para ver las magníficas vitrinas y comprar productos que normalmente escaseaban.
Tras el fin de la URSS, se transformó en un pequeño supermercado o autoservicio. Y a principios del siglo XXI se sometió a una restauración a gran escala siguiendo los bocetos de su primer propietario. Antes del cierre de ayer, seguía manteniendo la suntuosidad de la época zarista en las paredes y el estoicismo soviético en sus veteranas cajeras.
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