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DavidTriviño.

ESCRITOR

Foto del escritorDavid Triviño

¿De dónde surgió la ‘fiebre de las trincheras’ que atacó con virulencia en la I Guerra Mundial?

Balas, bombas, bayonetas, guerra química, calor, suciedad, frío, lluvia, hambruna… y raras enfermedades. Entrar en una trincheras durante la Primera Guerra Mundial era un auténtico viaje al infierno. En esos agujeros inmundos se limpiaban las armas, se comía, se preparaban los planes de ataque, se dormía (como se podía), se hacían las necesidades en un agujero en el suelo…

Los fusileros de Lancashire, en una trinchera en 1916 (Wikipedia)

Los historiadores estiman que hasta un tercio de las víctimas aliadas en el frente occidental se produjeron en las trincheras del frente, los lugares más peligrosos. Y no todos estos muertos fallecieron en actos de guerra. Muchos cayeron presa de las microorganismos.


Bacteria

La ‘fiebre de las trincheras’ se transmite a través de los piojos y está vinculada a la mala higiene personal

Integrantes de regimiento 87 francés, ocultos en una trinchera en Verdún en 1916 (Wikipedia)

Si hay una bacteria que se asocia con fuerza a los campos de batalla esa es la Bartonella quintana, responsable de la conocida “fiebre de las trincheras” y transmitida por los piojos. Esta dolencia se observó por primera vez entre las Fuerzas Expedicionarias Británicas en 1915 y los estudios posteriores señalan que llegó a afectar a unos 500.000 soldados durante la Gran Guerra (1914-1918).

Los investigadores de la Universidad de South Florida aseguran, sin embargo, que la enfermedad no apareció en las trincheras ni es algo vinculado a los militares, sino que es mucho más antigua y ya aparecía en el ADN de personas civiles que vivieron hace centenares de años, según explican en un artículo publicado en la revista PLOS ONE .

Los especialistas han analizado huesos y dientes de hasta 145 individuos (PLOS ONE)

Analizaron decenas de fragmentos óseos y 400 dientes de 145 individuos que vivieron entre los siglos I y XIX y descubrieron que aproximadamente el 20% de esos restos contenían trazas de Bartonella quintana. “Hay dolencias, como la fiebre de las trincheras, que una vez contraídas pueden dejar rastros en el código genético. Esto significa que incluso cuando la persona muere, aunque eso ocurriera hace 2.000 años, aún es posible encontrar rastros de la bacteria que la infectó”, afirma Davide Tanasi.

Este profesor de la Universidad de South Florida excavó un antiguo cementerio romano en Siracusa (Sicilia). Tanasi había comenzado a estudiar el sitio para comprender mejor los hábitos alimentarios y la salud de la población cristiana que vivió allí durante los siglos III y IV.

Algunos soldados del regimiento de Cheshire duermen en una trinchera en 1916 (Wikipedia)

El estudio de los microorganismos vino a través de una colaboración con epidemiólogos franceses. “La arqueología no es solo el estudio del pasado, sino que es algo que puede mejorar el presente”, considera el investigador. “Cuanto más comprendamos sobre el comportamiento de estas bacterias, más planes podremos diseñar para contenerlas y eliminarlas en el presente”, añade.

Se confirmó la presencia de la bacteria en un total de 28 de los 145 individuos estudiados, entre los que había 78 civiles y 67 soldados, procedentes de 15 sitios de cinco países europeos distintos. En los siglos XVIII y XIX, la tasa positiva en los militares fue ligeramente superior a la del resto de personas, con un 20% y un 18,8%, respectivamente.

Soldados australianos utilizan un fusil con periscopio en Galípoli (Wikipedia)

Aunque la fiebre de las trincheras se asocia generalmente a la Primera y la Segunda Guerra Mundial, hoy en día todavía hay casos, principalmente entre las poblaciones de personas sin hogar, y parece que va en aumento desde la década de 1990. La bacteria se transmite a los humanos a través del contacto con los piojos (Pediculus humanus corporis), lo que hace que la higiene personal deficiente sea un factor principal en su propagación y su tasa de infección.

Los síntomas de la enfermedad ha sido clásicamente descritos como una fiebre de cinco días de duración. El periodo de incubación es de alrededor de dos semanas. El inicio de síntomas es brusco. Aparece la fiebre alta, cefalea, dolor al movimiento ocular o mialgias en piernas y espalda. La fiebre inicial es seguida en pocos días por un pico febril de corta duración con periodos asintomáticos entre picos. Los casos letales son excepcionales, e incluso durante la Gran Guerra no se atribuyó ninguna muerte a esta afectación.

Soldados de asalto alemanes en Sedan, en 1917 (Wikipedia)

Publicado originalmente en La Vanguardia.

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