Continuo con la serie del azar y con True tales of American life, también traducido por Cecilia Ceriani.
La foto
Una noche estaba trabajando en el despacho de mi casa. Por el rabillo del ojo vi que una foto caía revoloteando hasta posarse en el suelo. Miré hacia arriba para ver de dónde procedía y me reí para mis adentros, pues sabía de sobra que lo único que había encima de mi cabeza era el techo y de allí no podía haber caído.
Después de acabar lo que estaba haciendo, levanté la foto, que había caído boca abajo, le di la vuelta y la miré. Jamás había visto aquella foto ni tampoco reconocía a las personas que aparecían en ella: un hombre, una niña y un niño, todos disfrazados con grandes orejas de ratón. Estuve observándola, intrigada, durante un rato, volví a mirar a mi alrededor intentando descubrir de dónde podía haber caído y después decidí que estaba demasiado cansada para averiguarlo. Me fui a la cama y me olvidé del asunto.
Al día siguiente se casaba la joven que vivía enfrente de mi casa y la boda era en su jardín. La fiesta fue preciosa y conocí a mucha gente. La dama de honor me comentó que había vivido en mi casa cuando era niña y que se había mudado cuando tenía dieciocho años, por lo que supuse que habría sido hacía unos diez años. Su tía por parte de madre estaba en la boda, y también algunos de sus primos. Me dijo que le encantaría visitar la casa en alguna ocasión y enseñarle a sus parientes el lugar donde había crecido. Les invité a que lo hicieran en aquel mismo momento, así que cruzamos la calle y entramos en casa.
Bromeé con la dama de honor diciéndole que yo ya sabía cómo se llamaba —Jane— antes de conocerla, ya que su nombre estaba grabado en la mesa de la cocina. Ella fue directa al lugar y se lo enseñó a sus parientes. Luego nos contó que en una ocasión se había deslizado junto con su hermano por la barandilla de la escalera y que habían acabado estrellándose contra la pared del descansillo, y todos nos echamos a reír. Sin embargo, su expresión se tornó sombría en medio de las risas. Dijo que aquella casa también le traía recuerdos tristes puesto que su madre, Nancy, había muerto allí.
Subimos al piso de arriba y, cuando yo le estaba enseñando a su tía los preciosos azulejos del cuarto de baño, de pronto Jane gritó desde mi despacho: «¡Oh, Dios mío! ¿De dónde ha sacado esta foto? ¡Pero si estamos mi padre, mi hermano y yo!». Le conté que había caído al suelo la noche anterior pero que no podía explicarme de dónde había salido ya que nunca la había visto. Más lágrimas…
Le pedí a Jane que se quedara con la foto. Le dije que estaba destinada a ella.
Ahora, cuando salgo de casa, algunas veces digo: «Adiós, Nancy. Cuida la casa por mí hasta que regrese, ¿vale?».
Por BEVERLY PETERSON, Uniontown, Pennsylvania.
Este escrito está elegido para dar veracidad a las historias extrañas -creo que todo el mundo habrá tenido alguna- que tendemos a explicar desde el reino de lo sobrenatural, de la magia... El azar simplemente coloca las piezas y nuestra imaginación hace el resto... ¿o no?
Hasta la próxima!
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