Hoy tomo prestadas las palabras del gran Murakami en De qué hablo cuando hablo de escribir para resaltar lo maravilloso que es la lengua (sea la que sea):
Para avanzar [...] lo que más me ayudó fue la música. Construía frases como si tocara música. En especial me sirvió el jazz. Es de sobra conocido que para el jazz el fundamento es el ritmo. De principio a fin hay que mantener un ritmo preciso y sólido. De no hacerlo, quienes escuchan no podrán seguir la música. Después vienen los acordes, la armonía. Hay acordes consonantes, bellos, y otros turbios, disonantes, que se alejan del sonido bases. Hay acordes infinitos como los de Bud Powell, Thelonius Monk, Bill Evans o Herbie Hancock. Nunca dejará de sorprenderme la variedad de sonidos en función de quién interprete por mucho que se use siempre un piano de ochenta y ocho teclas. Este hecho concreto ofrece una importante sugerencia: aunque no tenemos más remedio que crear una historia con materiales limitados, las variantes son ilimitadas (o al menos cercanas al infinito). Nadie puede afirmar que dado que solo existen ochenta y ocho teclas en un piano, ya no se puede hacer nada nuevo con ese instrumento.
Dicho eso, imaginaos las posibilidades que nos ofrecen las 88.000 palabras de la RAE!!!! Es una imagen bonita: la escritura y el jazz, unidos por el ritmo.
Hasta la próxima!
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