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DavidTriviño.

ESCRITOR

Foto del escritorDavid Triviño

El proyecto escolar de las hermanas Karubin: “Cómo matar a tu madre”

Actualmente, las ‘Chicas de la bañera’ viven en libertad y bajo una nueva identidad

El proyecto escolar de las hermanas Karubin: “Cómo matar a tu madre” (LVD)

“Estaba tomando un baño y le dije que se diera la vuelta. Durante cuatro minutos. Ese es el tiempo que mantuve su cabeza debajo del agua”. Así relataba Caroline Karubin de dieciséis años cómo había acabado con la vida de su madre Anne Margarete Lebensztejn en Mississauga (Canadá). Su hermana Catherine, de quince, le ayudó a sumergirla en la bañera hasta que dejó de convulsionar. Su excusa: no soportaban más el alcoholismo de la matriarca y aunque puede ser “discutible si lo hice bien o mal”, finalmente, “lo hice”, zanjó la cabecilla de este asesinato.


Un parricidio que apenas trascendió en los medios de comunicación y que, dieciséis años después, pocos detalles se conocen de sus perpetradoras. Dos adolescentes que terminaron cumpliendo condena por alardear públicamente del matricidio y que, actualmente, viven en libertad y bajo una nueva identidad gracias a las autoridades canadienses.

Anne Margaret Karubin, asesinada por sus hijas (Archivo)

Tras el abandono de su marido, Anne Margaret Lebensztejn –adquirió el apellido de Karubin tras casarse- se sumergió en una profunda depresión que le llevó a una importante adicción al alcohol. De repente, la mujer natural de Bialystok (Polonia), se vio completamente sola, con tres niños pequeños (Caroline, Catherine y Robert) y un futuro incierto por delante en Mississauga, Ontario (Canadá).


Aunque Anne se esforzaba por dar una buena vida (principalmente económica) a sus tres retoños; lo cierto es que aquel sufrimiento emocional hizo mella en las dos hermanas mayores. Las muchachas crecieron detestando a su madre. Aborrecían en lo que se había convertido por culpa del alcohol. Habían incubado la semilla de la inquina.


El proyecto

Fue en 2002 cuando Caroline (16 años) y Catherine (15 años) empezaron a tejer un hilo de rencor, antipatía y rabia por su matriarca. Las continuas borracheras de Anne provocaba que no hubiese dinero suficiente. Les molestaba sobremanera que “desperdiciara tanto dinero en alcohol”. Por no mencionar que crecieron viendo cómo sus amigos tenían “mejores cosas [que ellas], como piscinas y ropa”.


Incluso “cuando estaba sobria”, llegó a decir Caroline, “era igual de malo”. La única salida para acabar con este sufrimiento, aunque “suene egoísta y horrible”, era matar a su madre. “Esa fue la única cura real”, explicó la mayor de las Karubin a uno de sus amigos a través de mensajes de Messenger antes de que las detuvieran.

Caroline Karubin (FB)

A esto se unía una necesidad absoluta por llamar la atención y conseguir que sus compañeros de clase las respetasen. Inclusive, soñaban con ser las chicas más populares del instituto. La forma: iniciar un macabro juego a modo de proyecto escolar. El título: “Cómo matar a tu madre”.


Al principio todo comenzó siendo un mero entretenimiento, una forma de buscar ideas y plasmarlas sobre el papel para captar la atención de sus colegas. Pero con el tiempo, Caroline y Catherine se auto convencieron que la mejor forma de deshacerse de su problema (su madre) era eliminándolo. Así podrían cobrar el seguro de vida y conseguir todo aquello de lo que carecían.

Catherine Karubin junto a su marido (FB)

Internet les proporcionó algunas ideas para llevar a cabo el macabro plan. Desde un disparo, a utilizar un cuchillo… Pero finalmente se decantaron por el ahogamiento. Buscaban un método “rápido y espectacular” para perpetrar el asesinato de su madre.


Cada detalle era radiado a través del chat que las hermanas tenían con sus amigos. Durante horas conversaban acerca de la mejor manera de proceder a la asfixia, de cómo se comportarían ante la policía una vez descubierto el cadáver; y por supuesto, de en qué emplearían el dinero del seguro. Lo tenían todo planificado. Su siguiente paso tras el homicidio: comprar una casa con una plantación de marihuana y realizar un viaje a Europa con sus amigos.

Anne Margaret Karubin en una foto de archivo (Corbis)

Unos amigos que, por cierto, jamás hicieron nada por parar los pies a las Karubin. Porque en ningún momento se escandalizaron ni las persuadieron para que no ejecutasen el asesinato. Incluso subidos al estrado y ante las preguntas del juez y la fiscalía, llegaron a reconocer que se rieron y las animaron a asesinar a Anne Margaret.Para estos jóvenes se trataba de un simple divertimento. Pero para las hijas de la víctima, no. Habían elaborado el plan perfecto gracias a la ayuda y los consejos de sus allegados.


Estaban convencidas de hacerlo. “Obviamente es discutible si lo hice bien o mal, pero de todos modos lo hice”, escribió la primogénita en una conversación.


En la bañera

El día elegido para cometer el crimen: la noche del sábado 11 de enero de 2003. Pero Caroline y Catherine no lo llevaron a efecto porque ese fin de semana el grupo de amigos tenía pensado salir de fiestay sino, les trastocaría todos sus planes. Si perpetraban el homicidio tendrían que fingir estar desolados, llorando, ir al funeral… Y no les apetecía. Así que lo retrasaron una semana.


Desde primera hora del 18 de enero, las hermanas Karubin se encargaron de emborrachar a su madre. Le dieron cantidades ingentes de vodka que mezclaron con seis tabletas de Tylenol 3, un analgésico para la fiebre que disminuye el latido del corazón, y que combinándolo con alcohol se convierte en un cóctel mortal.

Anne Margarete Karubin, asesinada por sus hijas en Canadá (YouTube)

Mientras tanto y antes de llevar a su madre al baño donde llenaron la bañera, las protagonistas narraron dichos prolegómenos con pelos y señales a través de Messenger. Hasta uno de sus amigos llegó a aconsejarles: “¡Buena suerte! Usen guantes”. Y así lo hicieron. Se pusieron guantes. El momento crucial del homicidio estaba a punto de darse.


Anne Margaret intentaba meterse en la tina, pero su estado de embriaguez era tal que sus hijas tuvieron que ayudarla a entrar. La engañaron diciéndola que le iban a dar un masaje. Cuando se dio la vuelta y bajó la cabeza, Caroline le agarró del cuello y le hundió la cabeza en el agua. La víctima intentó resistirse pese su grado de sedación, pero la hija mayor consiguió imponer su fuerza. Así estuvo “durante cuatro minutos. Ese es el tiempo que mantuve su cabeza debajo del agua”.

Caroline Karubin (la segunda por la izquierda) (FB)

Tras comprobar que Anne había muerto, las adolescentes se marcharon de fiesta con sus amigos al Jack Astor’s, un restaurante del que eran asiduos. Allí celebraron la buena noticia. Su progenitora, por fin, había muerto. Aquella fiesta terminó cuando regresaron a casa y tuvieron que fingir desolación.


En un acto de hipocresía, Caroline y Catherine llamaron llorando a emergencias para explicar que habían encontrado a su madre en la bañera. Todo apuntaba a que se había ahogado tras una de sus borracheras. El operador les indicó cómo debían actuar hasta que llegase la ambulancia. La sacaron de la bañera y comenzaron a realizarle labores de reanimación cardiopulmonar. Pero no lo consiguieron. Cuando arribaron las autoridades, se encontraron a las hermanas aparentemente devastadas por el incidente. Nadie puso en duda su versión de los hechos.

Todos nosotros podríamos haber cogido un teléfono y denunciar el hecho. Pero, no lo hicimos

Ashley, una de las amigas de las asesinas, explicó ante el juez que ver a Anne Margaret en el tanatorio dentro de un ataúd fue “espeluznante”. Pese a lo niños que eran, lo cierto es que “sabíamos lo que estaba pasando. No éramos adolescentes indefensos. Todos nosotros podríamos haber cogido un teléfono y denunciar el hecho. Pero, no lo hicimos”.


Un año después del homicidio que, por entonces se investigó como accidente, ocurrió lo impensable. Durante una fiesta, Caroline confesó la verdad a un vecino. Alardeó de cómo había planeado junto a su hermana el asesinato de su madre y que la policía no les había pillado. Y ahí fue el principio del fin del ‘crimen perfecto’.


Casi el ‘crimen perfecto’

Tras la detención, Caroline y Catherine Karubin fueron llevadas en pijama ante un tribunal. La crónica que hizo el periodista Robert Mitchell sobre este momento, evidencia la relevancia social que llegó adquirir el caso. “¿Por qué los policías no dejaron que se vistieran? ¿Qué estaba pasando en el mundo? ¿La policía realmente pensaba que esas niñas habían asesinado a su propia madre? La policía había cometido un terrible error”, reflexionó ante una historia de la que jamás había oído hablar. “Fue impresionante”, asintió.


Acababa de conocer a las llamadas Chicas de la Bañera (Bathtub Girls), un sobrenombre que las perseguiría durante todo el proceso y creía que eran inocentes. Tras aquello, el propio Mitchell escribió un libro titulado The Class Project: How To Kill a Mother: The True Story of Canada’s Infamous Bathtub Girls.

Dibujo de las hermanas Karubin durante el juicio (YouTube)

Entre las pruebas aportadas durante la vista: se incautó un ordenador con los cientos de chats entre las acusadas y su grupo de amigos, y en los que se detallaba la planificación del crimen. Eran conversaciones plagadas de emoticonos, sonrisas, bromas… Pero todo en torno a cómo matar a señora Karubin. Uno de esos chats, el intercambiado entre Caroline y Justin sirvió para acusar a este último de conspiración. Frases como, “tu madre tiene Tylenol 3, ¿verdad?” o “en serio, deberías incluirlos en el plan de juego”, fueron claves para ver su grado de participación. También fue condenado.


Por su parte, Caroline y Catherine se enfrentarían al tribunal en noviembre de 2005. Uno de los psiquiatras forenses que evaluó a las asesinas, el Dr. Phil Klassen, ratificó que durante la planificación del crimen las jóvenes se deleitaban con “la emoción, la colaboración”. Y añadió, también con “el drama”.

Artículo sobre las hermanas Karubin, las 'Chicas de la bañera' (LVD)

Pese a los esfuerzos del abogado defensor de justificar un posible ahogamiento accidental como causa real de la muerte de la víctima, el juez Bruce Duncan tuvo claro que las chicas quisieron cometer el ‘crimen perfecto’. Y no lo hicieron por vanagloriarse ante un extraño. El magistrado también señaló a los amigos de las hermanas por su “total indiferencia” ante el crimen. “Es como si la conciencia, la moral y la compasión, faltasen entre todo un grupo de adolescentes”, aseveró.


Tras ocho semanas de juicio, Caroline y Catherine fueron sentenciadas a diez años de prisión. Sin embargo, a los cuatro y cinco años de condena respectivamente, las hermanas fueron liberadas. Caroline en 2009 y Catherine en 2010. Acababan de cumplir los dieciocho.


Protección y anonimato

A su salida, las jóvenes pudieron rehacer su vida bajo otra identidad sin temor a represalias. Las leyes canadienses protegen a los menores de edad condenados y les ayudan a reinsertarse en el anonimato. Hasta les ofrecen ayudas para estudiar y trabajar, por ejemplo.

En el caso de Caroline acudió a la Universidad de Waterloo para estudiar Geofísica gracias a la beca de 2.000 dólares donada por el empresario Andreas Cordsen. Y en cuanto a Catherine, se marchó a Ottawa, estudió derecho, se casó y tuvo un hijo.

Catherine Karubin junto a su hijo (FB)

La historia de las hermanas Karubin fue llevada a la literatura gracias al mencionado periodista Mitchell, pero también al cine con Perfect sisters (2014). Aunque la cinta incluyó un tema espinoso y falso como son los abusos sexuales del novio de Anne, Henry, hacia sus hijastras. Parece ser que para el director este ingrediente daba más peso a un asesinato que, de por sí, ya tiene mucha miga.


Aún así, el caso de las Chicas de la bañera no ha logrado trascender más allá de las fronteras canadienses. Dieciséis años después del crimen, las homicidas hacen su vida ajenas a la mirada indiscreta de la sociedad con la única prohibición de consumir alcohol y drogas. Por su parte, el novio de Anne Margaret sigue llevando flores a su tumba. La número 54 del Cementerio de la Asunción en Mississauga.

La tumba de Anne Margarete Karubin (Toronto Star)

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