Ha pasado a la historia por ser una mujer sádica que torturó y mató a más de 600 niñas.
Uno de sus famosos antepasados, el terrible Vlad III Tepes ‘El Empalador’, más conocido como Drácula.
Mujer de gran belleza y apariencia delicada y frágil, obsesionada con el esoterismo, de gustos sexuales ambiguos, y perteneciente a una de las familias húngaras más ricas de la época. De ahí su título de Condesa. Elizabeth Báthory ha pasado a la historia por ser una de las mentes femeninas más perversas y sádicas de la crónica negra.
Ni siquiera su linaje nobiliario le eximió de dar rienda suelta a su depravado comportamiento, asesinando a más de seiscientas cincuenta personas, sobre todo doncellas. Entre sus fechorías se encontraba la de realizar famosos ‘baños de sangre’ que, según creía, le mantendrían joven y bella por toda la eternidad. Una práctica habitual en los asesinos vampíricos, como su antepasado Vlad III (Drácula) Tepes, ‘El Empalador’.
Familia de Drácula
Elizabeth o Erzsébet Báthory nace el 7 de agosto de 1560 en Hungría, en el seno de una de las familias más antiguas y adineradas de Transilvania. Entre su parentela se encuentran poderosos personajes: un cardenal, varios príncipes y un primo que fue Primer Ministro de Hungría. También algunos más singulares, como un tío que adoraba a Satán, una tía bisexual de nombre Karla y un hermano mayor cruel y adicto a la bebida. Por no mencionar a su antepasado Vlad III ‘Draculae’ (Drácula) Tepes, El Empalador.
Báthory fue una niña inteligente, educada en la política, la ciencia y las artes. Hablaba cuatro idiomas y mostró una gran afición por la astronomía y la alquimia. La mayoría de los investigadores señalan que la endogamia practicada por los miembros de esta familia, fue la culpable de los mezquinos instintos de la aristócrata.
A la edad de cuatro o cinco años, la Condesa ya sufría ataques de rabia intensa. Algunos médicos de la época los identifican como epilepsia. Con once se promete con Ferenc Nadasdy de 26, hijo de otra familia húngara de la aristocracia. Un año después y para ir tomando contacto con el nuevo clan, comienza a vivir en su castillo. Pero cumplidos los trece años se queda embarazada de uno de los sirvientes.
Debido a este incidente, recluyen en secreto a Elizabeth en un remota fortaleza donde da a luz a su hijo. Tras el parto, lo sacan del país. Dos años más tarde, contrae matrimonio con su prometido.
Sádico aburrimiento
La noble húngara mantiene su propio apellido (algo raro en aquella época), mientras que su marido cambió el suyo. Al poco de casarse y durante largas temporadas, Elizabeth empezó a encontrarse muy sola en el castillo, ya que el Conde, un general del ejército al que se le conocía como ‘El Caballero negro’, tenía que acudir al campo de batalla. Es entonces cuando la noble empieza a interesarse por el mundo del esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas.
Provocado quizás por el hastío de la soledad, Elizabeth pone en práctica algunas de las técnicas de tortura preferidas de su marido: introducir finas agujas debajo de las uñas de sus sirvientas, dar llaves o monedas al rojo vivo para quemar las manos de las doncellas, o tirarlas a la nieve para después echarles agua fría hasta verlas morir congeladas. Sea como fuere, la crueldad de la Condesa hacía temblar hasta los mismísimos cimientos de su castillo.
Por otra parte, Ferenc y Elizabeth apenas se veían debido a las actividades bélicas del primero, así que no fue hasta 1585, diez años después de su matrimonio, cuando la aristócrata tuvo a su primera hija, Ana. En los nueve años siguientes tuvo tres más: Úrsula, Katherina y Pablo.
Curiosamente y gracias a las cartas que ella escribía a sus familiares, se puede deducir que Elizabeth era una buena esposa y una madre protectora; una personalidad que contrasta de una forma aplastante con la citada en líneas anteriores. Sobre todo tras un dramático suceso que le da un giro a su vida.
El 4 de enero de 1604, ‘El Caballero Negro de Hungría’ muere de una súbita enfermedad durante una de sus batallas. Ella se queda viuda con tan solo 44 años. Es aquí cuando se inician sus verdaderas atrocidades, cuando la crueldad de la Condesa despierta de su letargo para entregarse a su nueva pasión, el sadismo.
En primer lugar, se encarga de echar de su castillo a su muy odiada suegra Úrsula junto con el resto de parentela Nadasdy. Seguidamente, manda encerrar en los sótanos a las muchachas que ésta protegía, donde además recibieron toda clase de castigos. Y a partir de entonces, tiene vía libre para desarrollar sus propias perversiones sexuales. Una nueva época se avecina en la fortaleza de Cachtice.
La primera víctima
Además de su gran interés por el mundo esotérico, Elizabeth siente predilección por las relaciones amorosas con personas de ambos sexos y las visitas a su tía lesbiana Karla Báthory son cada vez más frecuentes, hasta el punto de participar en algunas orgías. La Condesa no solo se acuesta con sus doncellas si no que les propina toda clase de correctivos.
Por ejemplo, a una chica que hablaba mucho hizo que le cosieran la boca. A otra de sus criadas le prendió fuego al vello púbico. E incluso, a una camarera que tenía fama de coqueta y libertina, fue obligada a sentarse en una parrilla al rojo vivo de donde no la levantaron hasta dos horas después.
Pero los años pasaban, también para la aristócrata cuya belleza se iba degradando poco a poco. Preocupada por su futuro, Elizabeth pide consejo a una de sus nodrizas. Ésta le explica que el poder de la sangre y los sacrificios humanos daban muy buenos resultados y le sugiere darse ‘baños de sangre’. Era la mejor forma de conservar su hermosura indefinidamente. Y así lo hizo.
Un buen día, una joven sirvienta estaba peinando a Elizabeth con la mala fortuna de propinarle un tirón. La noble en un ataque de rabia le dio tal bofetada que la sangre de la doncella salpicó su mano.Convencida de que el tramo de piel donde había caído la sangre se veía más joven y saludable, mandó que la cortaran las venas y el cuello y que llenaran una bañera con su sangre. A partir de este momento, esta clase de práctica se convirtió en su gran obsesión, dando paso a una orgía desenfrenada de asesinatos –se citan más de seiscientos cincuenta- que se prolongó por espacio de diez años.
Los ayudantes de cámara de Báthory
La depravación de Elizabeth necesitaba de unas manos ejecutoras sin las cuales, no podía cumplir cada una de sus degeneradas fantasías. Se trataba de individuos que raptaban a sus víctimas, especialmente vírgenes de cuna noble. Entre ellos: uno de sus sirvientes, Thorko; Ilona Joo, la nana de Elizabeth; las brujas Dorottya y Darvulia; y el brujo mayor, Johannes.
Durante once años, estos secuaces se encargaron de rastrear la región en busca de jóvenes apetitosas para saciar el hambre de su ama, cuya salud iba empeorando por momentos. Una temporada donde la Condesa estuvo enferma en cama, mandó que le llevaran a una joven doncella para hacerle compañía. Cuando llegó se arrojó sobre ella, le mordió en la mejilla, le arrancó un trozo de hombro con los dientes y le clavó los dientes en un pecho.
Por otra parte, empezaron a extenderse rumores por todo el pueblo acerca de que algo raro sucedía en el interior del castillo Cachtice. Y no era para menos. Llegó un momento en que ocultar los centenares de cadáveres procedentes de tan macabros asesinatos, se convirtió en un gran problema. A veces los escondían bajo las camas, pero el hedor era tan insoportable que tuvieron que trasladar los cuerpos a un campo cercano a la ciudad.
La alarma saltó por dos situaciones: cuando parte de la población descubre más de una docena de niñas sin vida enterradas en las inmediaciones; y cuando una de las jóvenes a las que Elizabeth “educaba” en el castillo logra escapar de la fortaleza y dar parte a las autoridades. Aquí, el Rey Mathías II de Hungría ordena a un primo de la Condesa, el conde Thurzo, realizar las pesquisas correspondientes.
‘In fraganti’
El 30 de diciembre de 1610, el conde Thurzo y sus hombres entran en el castillo de Cachtice. Lo primero que ven es a una criada en el cepo del patio, en estado agónico, tras recibir una paliza que la habría fracturado todos los huesos de la ingle. Ya en el interior se encuentran a una chica desangrada en el salón, y otra que aún estaba viva aunque con el cuerpo agujereado. En la mazmorra, descubren a una docena que todavía respiraba, algunas de las cuales fueron perforadas y cortadas durante las últimas semanas. Y en los alrededores del palacio desenterraron otros 50 cadáveres.
También hallaron toneladas de ceniza y serrín por todas partes, usados para recoger la sangre que se vertía tan abundantemente en aquel lugar. Pese a eso, todo el castillo estaba cubierto con manchas oscuras y despedía un tenue olor a carne. Mientras tanto, la Condesa y algunos de sus brujos fueron sorprendidos en medio de uno de sus rituales de sangre. La detención se produjo de forma inmediata y fueron conducidos a prisión.
Al contrario de lo que imaginamos, el juicio contra Elizabeth Báthory jamás se llevó a cabo. Unos dicen que su primo Thurzo llegó a un acuerdo con el rey Matías para impedir que la Condesa pasara por ese mal trago y evitar con ello ensuciar el nombre de su familia. Otros creen que el hechizo de la vampira fue lo que la libró del proceso. Sin embargo, sus cómplices no se salvaron y fueron ejecutados de forma cruel. Se les arrancó los dedos con tenazas al rojo vivo y después terminaron ardiendo vivos en la hoguera.
En cuando a Elizabeth, pese a haber escapado del verdugo, no salió indemne de la causa. Como expiación de sus crímenes fue condenada a prisión perpetua y a ser emparedada en el castillo de Esei, con tan sólo una diminuta rendija por la que le daban comida y agua. Murió cuatro años más tarde. Tenía 54 años.
Durante más de cien años, los documentos del juicio de Báthory y de sus secuaces, estuvieron escondidos en el castillo del Conde Thurzo. Según parece, demostraban la unión que existía entre la familia Báthory y la de Vlad Tepes, el famoso Drácula.
Actualmente, es imposible saber qué sucedió realmente. Por un lado, las pruebas nos remiten a una asesina en serie depravada y feroz, cuya obsesión era rociarse de sangre humana para mantenerse joven y bella. Pero por otro, quizá fuera inocente y tan sólo se comportara como una noble más de su época. Recordemos que en el siglo XVII, era común en Hungría castigar cruelmente a siervos y pupilos, incluso ejecutar a pequeños delincuentes.
Aunque por las palabras que le escribió el Conde Thurzo a la apodada como Condesa Sangrienta, se desprende que Elizabeth Báthory sí cometió estos atroces crímenes.
“Tú, Elizabeth, eres como un animal salvaje. Estos son tus últimos meses de vida. No mereces respirar el aire que hay en la tierra, no mereces ver la luz del Señor. Desaparecerás de este mundo y nunca volverás. Las sombras te envolverán y te arrepentirás de tu bestial vida. Yo te condeno Lady de Cachtice, a una prisión en vida en tu propio castillo...”.
Comentarios