Después de terminar con la relectura de El club de la lucha, descubrí en la biblioteca este libro, Fantasmas, del mismo autor Chuck Palahniuk. La sinopsis pintaba interesante:
Un grupo de escritores acuden, tras leer un anuncio en la prensa, a un retiro para artistas donde supuestamente darán rienda suelta a su imaginación. Inmersos en un escenario aislado de las preocupaciones mundanas, los escritores llegan dispuestos a escribir su obra maestra. No obstante, la colonia de escritores resulta ser un lugar apartado del mundo, un viejo teatro abandonado, donde la comida, la electricidad y los suministros básicos son bienes escasos. En estas condiciones precarias, los protagonistas comenzarán a escribir historias terroríficas hasta llegar a un grado de maquinación diabólico, y alzarse ante la masa como héroes de una película documental. Fantasmas es al mismo tiempo una sátira provocativa sobre el ansia de notoriedad y un homenaje a los clásicos del género de terror en la línea de Los cuentos de Canterbury o Frankenstein.
Pero no contaba con que Palahniuk no es amante de las temáticas anodinas y, como dice en su entrevista siempre lleva las cosas al límite.
Este Fantasmas no es una excepción, sino más bien la confirmación definitiva - por si alguien la necesitaba – de que Chuck Palahniuk no es un autor del montón.
Fantasmas empieza de forma extraña, pero cuando se le coge el truco, la cadencia, se convierte en las Mil y una noches al extremo.
Sinceramente, todo lo que sucede en la casa donde los escritores están encerrados, me ha sobrado y, quizás, hubiera disfrutado más esta novela como un simple libro de relatos; pero eso no le quita mérito en absoluto.
Los relatos son extremos, es cierto, pero reflejan de una forma muy efectiva los males de la sociedad moderna y de los problemas que suelen encontrarse los seres humanos en la sociedad actual.
Por ejemplo, uno de los relatos es una supuesta carta de Richard Talbott, un chef, que loa la calidad de los cuchillos Kutting-Blok y que no querría perjudicar a la marca después de haberlos usado para matar a críticos culinarios que le hacían malas críticas. Al fin y al cabo, las marcas fiables no deberían ser perjudicadas por terceros, reflexiona el personaje.
En conclusión, una lectura muy recomendable para los que prefieran novelas que no dejan indiferente a nadie porque, esta, contiene reflexopajas (pajas hechas con técnicas de reflexología), intestinos que abandonan el ano durante una masturbación, asesinatos, historias rocambolescas, periodistas que crean la historia ellos mismos si no les conviene la realidad...
Un gran crisol de historias, inspirador o depresivo, que cada cual lo elija. Yo, personalmente, le he encontrado ratos de todo pero, desde luego, no deja indiferente.
Para terminar, un ejemplo textual del estilo de Palahniuk [Ojo, spoiler leve]:
EXPECTACIÓN
Un poema sobre la Camarada Sobrada
“Perdí la virginidad —dice la Camarada Sobrada— por la oreja.”
Tan joven que todavía creía en Santa Claus.
[…]
“Después de leer que el juez concediera la custodia compartida
—dice la Camarada Sobrada—, mi madre me dijo…”
Cuando sea de noche
y estés dormida con la cabeza en la almohada,
si tu padre entra alguna vez de rodillas en tu habitación,
ven a decírmelo.
Su madre le dijo: “Si tu padre te baja alguna vez los pantalones
del pijama y te toca con los dedos…”
Ven a decírmelo.
Si se saca una serpiente gorda de la bragueta de los pantalones
—esa cachiporra caliente y pegajosa que huele mal—
y te la intenta meter a la fuerza en la boca…
ven a decírmelo.
“En vez de todo eso —dice la Camarada Sobrada—, mi padre me
llevó al zoo.
La llevó a ballet. La llevó a los entrenamientos de fútbol.
Le dio besos de buenas noches.
Con los colores de las sentadas, con las siluetas de la
desobediencia
civil todavía desfilando,
desfilando y desfilando
sobre su cara,
la Camarada Sobrada dice:
“Pero el resto de mi vida me lo pasé dispuesta”.
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