Ambivalencia.
Lo mismo que siento con esas baldosas hidráulicas del suelo, algunas me gustan, otras no, es lo que me pasa (y siempre me ha pasado) con los relatos de mi querido Murakami.
Ante todo, decir que Murakami es uno de mis escritores de referencia, que desde que lo descubrí, voy dosificándome sus lecturas para no leerlas demasiado de golpe, pero tengo un problema con sus relatos.
Están bien planteados, su prosa es de la misma exquisitez que siempre, pero los temas tiene poca profundidad, siempre se queda demasiado en la línea de flote para mi gusto. Tampoco es que un autor como el japonés sea dado a dar demasiadas explicaciones sobre porqués en sus textos largos, no es eso a lo que me refiero, sino a que se ahonda poco en los sentimientos de sus personajes que, al fin y al cabo, es lo que convierte a Murakami, a mi parecer, en un maestro.
Los temas son conocidos, la soledad, la música, el azar (sí, tambié Murakami escribe sobre el azar y el destino) y, sobre todo, la dificultad de encontrar un lugar en el mundo, pero me quedo corto. Cuando empiezo a interesarme por los jóvenes personajes, me falta continuación, una segunda parte que me amplíe la vida de ese protagonista (o de ese secundario).
No lo sé, quizás divago (probablemente), pero sigo sintiendo esa misma ambivalencia cada vez que cojo un libro de relatos de Murakami y, en cambio, espero con ansias sus novelas.
¿Seré yo quien tiene el problema? Probablemente, pero esto no deja de ser una opinión subjetiva.
Lo recomiendo para quien disfrute a Murakami.
Apartaos de él los que esperéis al Murakami que siempre está en las quinielas del Nobel o los que esperéis explicaciones al final de cada relato.
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