Planes aprobados y frustrados en el último minuto. Las cinco grandes ciudades españolas podrían haber sido muy diferentes si se hubieran cumplido estos sueños, cuyos arquitectos rozaron con los dedos
Recupero el artículo publicado en ICON Design y escrito originalmente por IANKO LÓPEZ:
A Madrid se puede llegar en barco y, una vez en El Retiro, subirse a un globo terráqueo tan alto como un rascacielos. Le Corbusier derribó gran parte del Raval barcelonés para llenarlo de edificios racionalistas. En Valencia hay una cúpula casi tan grande como la de San Pedro del Vaticano. Sevilla es un paraíso para los premios Pritzker. Y Bilbao cambió para siempre gracias a un cubo de cristal de 80 metros, en lo que se llamó efecto Alhóndiga.
Todo esto es cierto, pero solo en un plano paralelo de la realidad; en el de una ucronía, lo que pudo ser si las cosas se hubieran desarrollado de otra manera en un momento concreto del pasado. Un ejemplo bien reciente de esto lo tenemos en la última película de Quentin Tarantino, Érase una vez en Hollywood, que plantea un desarrollo de los acontecimientos muy distinto para uno de los crímenes más célebres del siglo XX. Y, aún más desarrollado, en la serie The Man in The High Castle, que presenta un mundo en el que los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial.
Aunque nuestra realidad paralela no es tan ficcionada, pues todos estos planes de arquitectura y urbanismo fueron aprobados y estuvieron a punto de construirse hasta que un giro final de los acontecimientos los frustró. Estas son nuestras ucronías arquitectónicas favoritas.
1. Un cubo de cristal en Bilbao
Un almacén de vino en desuso con una fachada historicista en el barrio bilbaíno de Indautxu fue durante décadas una de las ruinas más elegantes de este país. Hoy se erige allí el Azkuna Zentroa, centro cultural nacido de la onda expansiva del Guggenheim. Pero mucho antes se barajaron otras posibilidades para el edificio.
La más llamativa vino de la mano de José María Gorordo, alcalde de la villa por el PNV entre 1987 y 1990 y recordado por una leve tendencia megalómana. Pensando a lo grande, Gorordo dirigió el encargo al escultor Jorge Oteiza. Este se alió con los arquitectos Juan Daniel Fullaondo y Francisco Javier Sáenz de Oiza, con quien ya había trabajado en el santuario de Arantzazu.
Se planteaba aquí la posibilidad de incrustar en la vieja alhóndiga una gigantesca estructura cúbica de acero y vidrio al estilo de las cúpulas geodésicas de Bucky Fuller que sobresaldría del horizonte del ensanche bilbaíno. La idea encontró bastante oposición entre ciudadanos y profesionales, lo que llevó a sucesivas modificaciones de la idea original y al abandono de Oteiza. El cubo de 80 metros jamás llegó a construirse, el alcalde Gorordo dimitió ante la falta de apoyo dentro de su propio partido y acabó creando el suyo propio, pero eso ya es otra historia. La que nos trae al presente finaliza con el francés Philippe Starck diseñando un sofisticado artilugio retro-hightech para el goce de niños y grandes en la Alhóndiga de Bilbao.
2. El mundo entero en El Retiro
Al arquitecto e ingeniero vasco Alberto de Palacio y Elissague (1856-1939) se le deben obras tan emblemáticas como el puente colgante de Portugalete, el palacio de Velázquez y el de Cristal en El Retiro madrileño o la estación de Atocha original. Pero su auténtica campanada iba a ser un globo terráqueo de —atención— 200 metros de altura plantada como una nave espacial en pleno parque del Retiro.
En un principio se había diseñado para conmemorar, en la Exposición Mundial de Chicago de 1893, la hazaña de Cristóbal Colón en su cuarto centenario pero, al no instalarse finalmente en la ciudad norteamericana, De Palacio puso la vista en Madrid. La esfera descansaría sobre una no menos colosal peana de hormigón y a sus pies se erigirían diversos edificios. Estaría circunvalada por un mirador y, a modo de guinda sobre una montaña de crema chantilly, se dispondría —obviamente— una carabela.
Los madrileños estaban emocionados por un monumento que iba a dejar en ridículo a la torre Eiffel, hasta que se canceló por motivos presupuestarios. A cambio nos queda el aburrido pedestal neoisabelino de la plaza de Colón, muy por debajo de la imaginación y el arrojo del marino genovés.
3. La madre de todas las cúpulas en Valencia
La Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, no podía conformarse con cualquier cosa. En la muy céntrica plaza de la Virgen de la ciudad del Turia ya existía una basílica barroca bajo su advocación, pero en 1930 esto debió de parecerles poco a los valencianos, que convocaron un concurso para ampliarla desde su fachada trasera. Venció el arquitecto castellonense Vicente Traver, que en pleno siglo XX diseñó una cúpula dispuesta a competir con las de San Pedro del Vaticano y Santa Maria dei Fiore en Florencia. Casi 100 metros de altura iba a alcanzar la construcción, que se recubriría de tejas azules para hacer juego con el color del cielo. La Guerra Civil truncó el proyecto. Iba a reiniciarse en los años sesenta, pero la aparición de restos romanos en el solar dio carpetazo definitivo al asunto.
4. Le Corbusier derriba Barcelona
Le Corbusier, no contento con proponer el derribo de gran parte del París histórico para dejar paso a la ciudad del futuro, también exportó sus planes a Barcelona. Compinchado con los arquitectos del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), con miembros tal ilustres como Josep Lluís Sert, en 1934 presentó el Plan Macià, germen de una Nueva Barcelona que preveía una ciudad de negocios en el puerto y otra de veraneo en el Baix Llobregat.
La novedad consistía en aplicar a la ciudad un urbanismo racionalista, con edificios de formas prismáticas y líneas horizontales. Y, por supuesto, para llevarlo a cabo hacía falta tirar de piqueta a lo grande. La argucia de bautizar al plan con el nombre del anterior presidente de la Generalitat no sirvió de nada. Una vez más, la Guerra Civil dio al traste con el plan y nunca se llevó a la práctica. Sin embargo algo quedó: las viviendas de la casa Bloc en el distrito de Sant Andreu formaban parte de la idea original y la propia Villa Olímpica levantada para los Juegos Olímpicos de 1992 podría haberse inspirado en ella parcialmente.
5. El Señor de los Conflictos: las tres torres
Santiago Calatrava, quizá el arquitecto más amado por los políticos, del que recela a partes iguales la opinión popular, actualmente en ejercicio, diseñó para Valencia tres rascacielos que habrían podido convertirse en su enésimo icono polémico. La idea era coronar con ellos su Ciudad de las Artes y las Ciencias. La torre más alta mediría más de 300 metros y las otras dos alcanzarían los 266 y los 220. Su color, a juego con el entorno, sería de un blanco refulgente, con formas sinuosas y estilizadas, y de nombre Valencia, Castellón y Alicante. Su coste, 450 millones de euros. Este último detalle fue decisivo para su cancelación. Tampoco llegó a construirse la torre de telecomunicaciones que se había proyectado en 1995.
6. Navegando hasta Madrid
Si pensamos en la idea de que pudiera llegarse en barco hasta Madrid seguramente nos parecerá descabellada, pero de hecho se aprobaron varios proyectos que perseguían este objetivo. Con el inicio de la aventura colonial, nuestro país logró grandes beneficios gracias al comercio de los productos llegados de América (otra cosa es el pésimo rendimiento que de ellos obtuvo), así que la posibilidad de transportarlos en barco desde el continente americano hasta la capital habría supuesto una notable ventaja.
A finales del siglo XVI, en un momento en el que Portugal estaba gobernado por el monarca español Felipe II, se planeó ensanchar el río Tajo de manera que fuera navegable al menos entre Lisboa y Madrid (hasta donde llegaría gracias a la suma de las afluencias del Jarama y el Manzanares). Pese a que el ingeniero italiano Giovanni Battista Antonelli aseguró que esto era posible, la misión fracasó por falta de fondos. Posteriormente sería retomada en otras dos ocasiones, en los siglos XVII y XVIII. Los Borbones de la Ilustración se empeñaron en ello y llegaron a abrirse varios canales, pero lo cierto es que la empresa de unir Lisboa y Madrid por vía fluvial jamás llegó a buen puerto. Literalmente.
7. Biblioteca universitaria de Zaha Hadid en Sevilla
Hubo un momento en el que Sevilla pareció fijarse el objetivo de concentrar la mayor densidad de premios Pritzker jamás conocida, pero ni uno de estos planes se logró poner en pie. Firmados por Moneo, Nouvel, Foster, Rogers o Stirling fueron cayendo uno por uno, como lo hizo esta espectacular biblioteca diseñada por el estudio de Zaha Hadid para la Universidad de Sevilla. Teatralmente escultórico y dominado por las aristas, en 2008 el edificio llegó a iniciar su construcción en un área ajardinada. Y ese fue el fallo.
Los vecinos denunciaron en los tribunales la edificación que el plan general había calificado de zona verde y se idearon otras propuestas para que al menos pudiera mantenerse lo ya edificado. En 2012 el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía concluyó que debía procederse a su demolición. La Universidad de Sevilla terminó construyendo otra biblioteca inaugurada cinco años después, ya sin los planos de la arquitecta anglo-iraquí.
8. La Ciudad de la Justicia de Esperanza Aguirre en Madrid
2004: Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, presenta un ambicioso proyecto urbanístico y arquitectónico que reuniría al norte de la capital a todos los órganos judiciales no estatales con sede en Madrid.
2005: sale el correspondiente concurso para la urbanización, que ganó el estudio Frechilla y López-Peláez Arquitectos. La idea era unificar en un enorme Campus de la Justicia los 14 edificios que realizarían arquitectos como Norman Foster, Zaha Hadid o I. M. Pei, diseñados siempre a partir de formas circulares. La sociedad pública Campus de la Justicia de Madrid, S.A. gestionaría el proyecto.
2014: con poco más que un edificio construido de los 14 previstos, se procede a liquidar la sociedad Campus de la Justicia de Madrid, S.A. Poco después, el entonces presidente de la Comunidad, Ignacio González, anuncia que las obras se reemprenderían al año siguiente.
2017: un fallo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid ordena que el proyecto se descarte definitivamente. Como resultado de todo este proceso, pérdidas millonarias para las administraciones públicas, el correspondiente descrédito de políticos y gestores y un edificio diseñado por Alejandro Zaera, popularmente conocido como el dónut de Valdebebas, destinado a ser el Instituto de Medicina Legal, que permanece sin uso. Aunque en las últimas semanas, el plan de la Ciudad de la Justicia ha regresado al discurso político.
9. James Stirling naufragó en Sevilla
Todo parecía posible en la España de 1992. Pero solo lo parecía. El escocés James Stirling, uno de los arquitectos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX por su posmodernismo de ladrillo y su complejidad geométrica, había proyectado un sofisticado complejo de edificios para la Sevilla de la Expo. Debían convivir allí un centro comercial, dos altas torres, aparcamientos y un hotel de lujo. Pero las discusiones sobre la integración de zonas verdes en el área edificada generaron un gran retraso, de modo que, para cuando comenzó la exposición universal, donde debía erigirse una maravilla arquitectónica y un templo capitalista no se extendía otra cosa que la enorme hondonada destinada a los cimientos y cubierta de agua.
Stirling falleció en junio de ese mismo año. Y en lugar de su criatura, junto al estadio Sánchez Pizjuán acabó alzándose un centro comercial, el Nervión Plaza, sin particular interés arquitectónico.
10. El templo de José Luis Moreno en Madrid
José Luis Moreno, ventrílocuo, cantante, presentador, productor y, en general, hombre del Renacimiento, también hizo gala de unas fabulosas dotes de persuasión al convencer al Ayuntamiento de Madrid de que cediera a su productora unos terrenos en el barrio de Hortaleza.
Allí pensaba edificar un grandioso complejo teatral, una meca de la representación en vivo, el templo de Angkor de las artes escénicas. Tres salas con capacidad para unas 6.000 personas, una escuela de arte dramático, talleres de ópera, de ballet, de todas las profesiones artísticas imaginables, salas de exposiciones, aparcamiento, una plaza ajardinada, un museo y hasta un centro comercial formarían parte del proyecto firmado por Ignacio Vicens. Pese al apoyo de Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre e incluso la soprano Montserrat Caballé, la operación se hundió con todo el equipo: tras sucesivos retrasos, la cancelación expresa llegó en 2010.
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