Los crímenes y sucesos no se toman vacaciones mientras las familias brindan frente al árbol. Repasamos algunos que, por su contexto navideño, resultaron doblemente trágicos
En teoría, las navidades deberían ser una tregua en el convulso mundo en el que vivimos. En la práctica, hay tanta violencia, misterio y tragedia como en cualquier otro momento del año, si no más. Abundan los fenómenos meteorológicos de mortales consecuencias: ahí está el terremoto de la ciudad iraní de Bam el 26 de diciembre de 2003, o el tsunami del sureste asiático el 26 de diciembre de 2004.
Por su parte, la historia tampoco descansa y le da igual que sea Nochebuena, Navidad o fechas aledañas. Episodios edificantes como el de la tregua de Navidad durante 1914, durante la primera etapa de la Primera Guerra Mundial, hay muy pocos. Pero ejemplos de lo contrario, múltiples: un 24 de diciembre de 1865, recién terminada la Guerra de Secesión, es la infausta fecha de la creación del Ku Klux Klan en Estados Unidos; la URSS invadió Afganistán en las Navidades de 1979 agitando una hoguera de consecuencias que todavía colean hoy; el dictador rumano Ceucescu y su esposa Elena fueron ejecutados el 25 de diciembre de 1989, y las masacres del Congo de 2008 también empezaron en Navidad.
Algunas de estas tragedias, además de crónicas de sucesos, han inspirado películas, documentales, novelas y hasta canciones de éxito
Pero pocas cosas más llamativas por contraste que los crímenes navideños, esos asesinatos, desapariciones y muertes accidentales (o no) que conmocionaron a la sociedad y lograron plasmarse en el recuerdo colectivo. El contraste entre la imagen de supuesta armonía y la realidad de roces que a veces acaban en violencia, sazonados por el alcohol, encuentros obligatorios y tensiones soterradas que estallan a la hora de la zambomba y los villancicos no podría ser más reconocible y a la vez, más chirriante. Tanto, que algunas de estas tragedias, además de crónicas de sucesos, han inspirado películas, documentales, novelas y hasta canciones de éxito.
Un crimen en Nochebuena que se convirtió en una canción: versiones de The Clash, Duke Ellington, Ike & Tina Turner, Nick Cave...
La canción Stagger Lee es un clásico de la música americana que cuenta un crimen acaecido la Nochebuena de 1895. Su compositor es desconocido, atribuyéndose su autoría a la tradición popular. La historia de la canción es un hecho real. Stagger Lee, afroamericano cuyo verdadero nombre era Lee Shelton, y Billy Lyons, dos chulos de mala reputación, estuvieron bebiendo en una taberna de Saint Louis hasta tarde. En un momento dado, comenzaron a discutir sobre política –puede que problemas en sus negocios turbios se metiesen de por medio– hasta que Billy Lyons le quitó el sombrero a Lee y se negó a devolvérselo.
A continuación, Stagger Lee descerrajó varios tiros sobre su compañero en el abdomen, matándolo casi de inmediato. Hasta aquí, un crimen de los bajos fondos más. La inflexión es que el suceso pasó a la historia popular americana en forma de tema musical apenas dos años después, justo para el juicio del criminal. Stagger Lee es un éxito atemporal que ha sido versionado por muchas figuras del folk y el blues americano, desde Woody Guthrie a Duke Ellington, pero también por Ike y Tina Turner, The Clash, The Black Keys o Grateful Dead. Nick Cave & The Bad Seeds sacaron su propia versión cantada del crimen con el mismo nombre de Stagger Lee. Un oscuro crimen navideño pasó de este modo inesperado a la historia popular.
La masacre familiar de Nochebuena que Woody Guthrie convirtió en un himno protesta
También Woody Guthrie dedicó su tema 1913 Massacre a conmemorar una tragedia, que es a la vez uno de los episodios de la lucha obrera más emblemáticos y al mismo tiempo olvidados de la historia de Estados Unidos. En la Nochebuena de 1913 numerosas familias de mineros italoamericanos se reunieron en el Salón Italiano de Calumet, un pueblo de la cuenca minera del cobre de Michigan. Lo que iba a ser una fiesta popular organizada por el sindicato para aliviar los rigores de la huelga que mantenían para exigir reformas como la jornada laboral de 8 horas diarias y aumentos salariales se convirtió en una trampa mortal. Todo comenzó cuando alguien gritó “¡fuego!” en el salón, lleno hasta los topes con 400 personas. En realidad no había ningún incendio, pero el pánico desatado provocó una estampida en la que 73 personas, entre hombres, mujeres y niños, murieron arrollados, pisoteados o asfixiados por el tumulto.
El tema de Guthrie no duda en culpar a personajes a sueldo de los gestores de la compañía minera, a los que acusa también de bloquear las puertas del salón para aumentar la magnitud de la tragedia. Este extremo tan melodramático nunca se demostró, pero sí es verdad que a la masacre se sucedieron luchas entre el sindicato y la alianza pro compañía que incluyeron amenazas y secuestros en un contexto de convulsa lucha obrera. Hoy, siguen las dudas entre quienes lo consideran un accidente –aunque jamás se ha podido probar quién gritó “¡fuego!” y los que ven en la masacre del Salón Italiano el mayor crimen sin resolver de la historia de Estados Unidos.
El horrendo crimen de la familia Goldmark
Trascurría la víspera de Navidad de 1985 en Seattle, ciudad en la que vivían el abogado Charles Goldmark, su esposa Annie y los niños Colin (10) y Derek (12). Mientras esperaban ansiosos la cena alguien tocó a la puerta. David Lewis Rice dijo que tenía un paquete para entregar. Entró a los golpes, dando un empujón a quien le abrió, se metió en el hogar y atacó a los adultos con un pañuelo con cloroformo. Relata el Chronicle de Spokane: "Los padres estaban esposados, utilizó un cuchillo y una plancha de vapor para atacarlos".
Según una crónica de la Associated Press en un relato escalofriante el criminal describió cómo sus víctimas padecieron su odio: "Estaban vivas después de que les di cloroformo, luego había golpeado sus cráneos con una plancha de vapor hasta abrirlos". Él mismo confesó: "Así que decidí terminar el trabajo con un cuchillo. Inserté la punta en el cráneo donde se rompió de la plancha y lo agité todo alrededor". Annie y el pequeño Colin murieron tras las sus lesiones; Charles sobrevivió en un hospital hasta el 9 de enero de 1986 mientras que Derek permaneció en coma hasta finales de enero.
David Rice fue detenido el 26 de diciembre después de usar una tarjeta que había robado de la casa. Cuando lo capturaron tenía ese plástico y 14 dólares. Según sus declaraciones el móvil había sido el robo, pero los investigadores no tardaron en conocer los verdaderos motivos. Publicó el New York Times: "Se declaró como un soldado anticomunista y dijo que ellos eran comunistas". De ese modo negó que el ataque haya tenido vínculos antisemitas. También afirmó que no se dio cuenta de que los niños estarían en la casa, pero que una vez que había entrado en la casa tuvo que matar a todos.
Las investigaciones policiales revelaron que los Goldmark no eran judíos ni comunistas. Charles había sido asesor jurídico del Partido Demócrata en Washington y había trabajado en la campaña presidencial de Gary Hart. Eso sería lo que confundió a Rice, que había oído hablar de la familia en el "Club de pato", una organización política conservadora. Su mentor negó que allí se haya predicado alguna vez cualquier tipo de violencia o el antisemitismo.
Más tarde se supo que en 1963 John Goldmark, padre de Charles, demandó a ese club por difamación, lo que le costó su carrera como miembro de la legislatura de Washington. Ganó el juicio por U$S 40.000. Otro dato fue que Sally, la madre de Charles, fue miembro del Partido Comunista.
El odio político fue el motivo por el que Rice mató a toda una familia. En el verano de 1986 fue declarado culpable de cuatro cargos de homicidio agravado de primer grado y condenado a muerte. En 1998, después de lograr un nuevo juicio su condena se conmutó a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, después de que se declarara culpable de todos los cargos.
La terrorífica Nochebuena de los Lawson
Los habitantes de Germanton, Carolina del Norte, aún no logran olvidar uno de los crímenes más horrorosos de su historia. En 1929, un hombre asesinó a toda su familia durante la víspera de Navidad.
En 1910 Charles Davis Lawson se casó con Fannie Manring, una joven 20 años menor que él. Según contaron los diarios locales, los primeros años vivieron felices en Lawsonville, una comunidad no muy aceptada en esa época. Al poco tiempo la familia se agrandó con la llegada de su primera hija, Marie. Las alegrías perecieron a poco de la llegada del tercer heredero, en 1914: al año de nacer el niño murió de neumonía.
Tratando de recuperarse de la pérdida, en 1918, los Lawson decidieron darle un giro radical a sus vidas y se mudaron a Germanton, siguiendo los pasos de los hermanos de Charles que buscaban trabajar en la cosecha de tabaco. De esa forma comenzaron a desempeñarse en una granja donde Charles trabajaba duro con el objetivo de ahorrar y comprar su propia tierra, logro que llegó en 1927 en Brook Cove Road.
El fatal desenlace
Las cosas parecían marchar bien: quienes los conocían decían que todos eran sociables y nobles. Días antes de la navidad de 1929, Charles llevó a su familia a comprar ropa nueva y a tomarse un retrato, algo poco común en granjeros de la época, especialmente por el complejo momento económico mundial que se vivía en esos días por la crisis devastadora.
El 25 de diciembre de 1929, las niñas Carrie y Maybell fueron enviadas a la casa de sus tíos para pasar la tarde. Esa fue la última vez que las vieron con vida, pues a su regreso su padre las esperaba cerca del granero donde guardaba el tabaco. Relatan las notas policiales que cubrieron ese caso que cuando las pequeñas le dieron la espalda para salir del granero Charles les disparó y para asegurarse de que estuvieran muertas las golpeó con una piedra.
Tras el homicidio regresó a la casa y mató a Fannie de un disparo mientras estaba sentada en el porche. Los sonidos alertaron al resto de los niños e intentaron esconderse. No tuvieron suerte. Los encontró y mató uno a uno. La última víctima fue la beba de cuatro meses a quien mató a golpes. Luego de cometer los crímenes, Charles se fue al bosque y se suicidó.
El único sobreviviente de la familia fue Arthur, de 16 años, que había sido enviado a hacer unas diligencias y por eso no estuvo al momento de desatarse la furia, pero tuvo la terrible tarea de encontrar los cuerpos de su madre y hermanos. Los restos de su padre fueron descubiertos en el bosque, en medio de un sinfín de sus propias pisadas.
El funeral de la familia estuvo colmado de cientos de curiosos que acompañaron a los cercanos de las víctimas. Hasta el día de hoy sus tumbas son visitadas por turistas. Poco después de los asesinatos el hermano de Charlie convirtió la casa de la familia un centro de atracción en la que hasta exhibía en una vitrina de cristal la torta que había horneado Marie para celebrar la Navidad. Con el tiempo la casa fue derribada, sin embargo, muchos aseguran que el terreno quedó maldito y dicen haber visto a los espíritus de los niños.
El incendio, los niños desaparecidos y el gran misterio de Virginia
Otra familia fue la infausta protagonista de otra tragedia navideña: la desaparición de los niños Sodder. Un fuego se declaró en casa de la familia Sodder, en Fayetteville, Virgina Occidental, durante la Nochebuena de 1945. Los padres lograron escapar y poner a salvo a cuatro de sus nueve hijos, pero cinco quedaron presos dentro de la vivienda. Cuando las llamas se apagaron, no se encontraron sus cadáveres. No parecía posible que el fuego hubiese alcanzado una temperatura tan alta como para cremarlos del todo, aunque se certificó su muerte de igual modo.
La explicación oficial fue que el incendio se había debido a un fallo eléctrico, pero los supervivientes declararon que la iluminación navideñapermaneció encendida hasta el final. Así empezó uno de los misterios más intrigantes del siglo XX. El matrimonio Sodder de inmediato pensó que sus hijos habían sido secuestrados y el fuego provocado como tapadera; contrataron a varios detectives para investigar el caso, pero nunca llegaron a nada concluyente pese a los rumores persistentes sobre algún enemigo político o alguna venganza mafiosa, teorías ligadas al origen italiano de la familia.
Pasó el tiempo sin noticias hasta que, 23 años después, en 1967, los Sodder recibieron una carta con matasellos de Kentucky que contenía una fotografía de un joven moreno cuya edad podría coincidir con la de alguno de sus hijos con el siguiente mensaje: “Louis Sodder. Quiero al hermano Frankie. Los chicos ilil. A90132”.
La familia contrató a otro detective para investigar la carta, pero este también desapareció sin volver a dar noticias y los Sodder no volvieron a dar con él. Hoy, la balanza se inclina hacia la teoría de que los cinco niños murieron realmente en el incendio y los padres, incapaces de aceptarlo, crearon la teoría del secuestro como subterfugio para sobrevivir a la culpa. De una forma o de otra, los niños que desaparecieron en el humo de aquella noche navideña constituyen uno de los misterios navideños más intrigantes de las últimas décadas.
El crimen más mediático de los años noventa
Hasta que llegó el asesinato de la niña JonBenét Ramsay. Mucho más reciente al tratarse de algo ocurrido en 1996 y con sus propios detalles inquietantes, la muerte de la reina de la belleza infantil es uno de los casos más populares y conocidos de nuestro tiempo. La pequeña de seis años desapareció de su casa de Boulder, Colorado, el 26 de diciembre de 1996. Su madre encontró una carta de rescate en la que se pedían poco más de 100.000 dólares, una cantidad que justo su padre había recibido poco tiempo antes
Denunciaron la desaparición a la policía, pero ocho horas después ellos mismos encontraron el cadáver de la pequeña en el sótano de su casa. El circo mediático se iniciaba, porque pocas historias había más atractivas dentro del horror que el crimen de una niña rubia de cabello ensortijado asesinada en plena Navidad. Se barajaron todo tipo de teorías, pero nunca pudo probarse nada concreto.
Las sospechas no tardaron en volverse hacia la propia familia a la que se acusó de haber escrito ellos mismos la nota de rescate; también hubo rumores de abuso infantil y pedofilia y teorías de que la niña había sido asesinada por su celoso hermano Burke, de entonces nueve años. Nunca pudo probarse nada. En 2006 un pederasta llamado John Mark Karr confesó el crimen, pero quedó demostrado que no le había sido posible cometerlo y se trataba solo de una de las habituales confesiones falsas que tienen lugar en este tipo de casos.
La muerte de JonBenét permanece sin resolver, aunque la familia ha pugnado por resolverlo y pleiteado por limpiar su nombre. El caso ha inspirado novelas como Hermana mía, mi amor, de Joyce Carol Oates y documentales como Casting JonBenet, que ahonda en el impacto social que provocó el crimen en su ciudad.
Y la imagen que empaña definitivamente las fiestas: asesinos que actúan vestidos de Santa Claus
Con todo, la imagen más grotesca y chocante de los crímenes navideños puede que sea la de un Papá Noel asesino. La representación bonachona de la bondad y los buenos deseos convertida en un sanguinario criminal es un motivo ya clásico en películas de terror, como Noche de paz, noche de muerte, pero, para nuestro escalofrío, ha ocurrido en la vida real.
El dudoso honor de tener el epíteto de Santa Claus asesino es de Bruce Jeffrey Pardo. Es el nombre del autor de la masacre de Covina, una ciudad del condado de Los Ángeles. La nochebuena de 2008, Pardo se presentó en casa de los padres de su exesposa Silvia vestido de Papá Noel. Llevaba consigo un lanzallamas de fabricación casera, cuatro armas y una idea fija que llevaba rumiando desde hace meses: acabar con todos los presentes.
En ese momento había 25 personas en la casa. La sobrina de ocho años de Silvia corrió hacia la puerta al ver por la ventana que se aproximaba Papá Noel; Pardo le descerrajó un tiro en la cara. Nueve personas –entre ellas Silvia, sus padres y varios miembros de su familia, aunque la niña de 8 años sobrevivió– fueron víctimas de las armas del hombre o del fuego que le prendió a la casa a continuación. Tras la matanza, Pardo huyó en coche hacia casa de su hermano y se suicidó de un balazo. Al parecer, el asesino llevaba planeando su crimen desde verano, sumido en una espiral de psicosis en la que había entrado a raíz de su despido, sus problemas económicos y la ruptura de su matrimonio. También se publicó que había comprado el traje de Papá Noel que le costó 300 dólares con meses de antelación, de una talla extragrande debido a su sobrepeso.
Tal vez lo peor de la historia del Santa Claus asesino es que no fue el único. Apenas tres años después, en 2011, Aziz Yazdanpanah –un texano de origen iraní– mató a su esposa de la que se estaba separando, a sus dos hijos y otros tres familiares durante la Navidad vestido de Papá Noel. Las circunstancias eran muy similares a las del caso Pardo: un ciudadano de vida aparentemente normal e integrada que tras la quiebra económica y la crisis matrimonial asesina a tiros a media familia para después suicidarse. El gesto de ir enfundado en un traje de Papá Noel puede considerarse la guinda de perversidad extra en una sociedad obsesionada por los psicópatas de aspecto cinematográfico o un guiño al lado más oscuro y siniestro de la Navidad. En cualquier caso, son detalles que habitan ya en nuestras pesadillas.
FELIZ NAVIDAD! O NO...
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