Empecemos por el principio —obviamente—. Me gusta el jazz, pero no todo. En eso, como en la mayoría de cosas en mi vida, soy selectivo. Me gusta Sinatra, pero no todo; me gusta Leiva, pero no todo; me encanta Paul Auster, pero no todo; y sigo con fervor a Murakami, pero no todo lo suyo me gusta.
Por tanto, sería lógico asumir que este PERO HERMOSO, un libro de anécdotas medio reales medio inventadas sobre músicos de jazz, no sería un libro que, en principio, resvitiera demasiado atractivo para mí.
Y sería verdad.
Pero, casualidades de la vida, alguien muy admirado por mí lo recomendó en una charla a la asistí —gràcies Badal— y pensé que alguien con su refinado gusto por la LITERATURA, así en mayúsculas, habría visto en él algo más que simplemente jazz.
Y me lancé.
¡Qué maravilla!
Las historias de jazz son lo de menos, per la LITERATURA, la composición, la sensibilidad que el autor destila en cada una de sus páginas, párrafos o frases es inaudita y mesmerizante, como si se tratara de un hipnotizador. El tema es interesante, pero el envoltorio lo convierte en el regalo perfecto.
No sé si me explicom así que pongo un extracto que me ha parecido maravilloso, casi al final: «Y mientras ella lo miraba él hizo ademán de tocarle una rodilla, pero en lugar de tocarla mantuvo la mano suspendida a quince centrímetros de su piel. Subió la mano por la pierna de ella sin acortar la distancia, de modo que su sombra le acariciaba el muslo.»
Es un libro sobre la mala vida de los artistas de jazz, pero también de la belleza de su arte, de su sensibilidad y de la crueldad de un mundo en el que no encajan.
Como todos, aunque a veces queramos engañarnos.
Una grata sorpresa. Sin duda, os guste o no el jazz, sepáis o no quien son Lester Young, Thelonius Monk, Bud Powell, Ben Webster, Charles Mingus, Chet Baker, Art Pepper, Duke Ellington o Harry Carney, no importa. Si amáis la LITERATURA —sí, sigo con mayúsculas— encontraréis algo de valor en esta lectura.
Y eso, hoy en día, es más de lo que podemos pedir.
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