MACBETH, en la versión que Jo Nesbø publicó en 2018 dentro del proyecto Hogarth Shakespeare, que se inició se inició con el objetivo de reescribir la literatura de Shakespeare para el público del siglo XXI y fue parte de las celebraciones del 400 aniversario del bardo inmortal, se queda corta.
Ni más ni menos.
La trama no está mal, pero tampoco es que sea nada del otro mundo. Sí, ya sé que se basa en una obra conocida por todo el mundo, pero no habría estado mal darle un poco más al coco y no basar toda la adaptación de la obra de Shakespeare en un mundo irreal donde el mundo se ha convertido en un reflejo del de la obra original. Se supone que es una adaptación de la obra para el siglo XXI, pero si todo lo que haces es convertir grupos en moteros, policías y criminales, te has quedado corto.
Si, además, lo único que haces es llamar a tu droga ‘poción’ para acercarla al original pero describirla como una droga de diseño, perdonadme, pero te has quedado corto.
Si absolutamente todos los personajes son iguales —ambiciosos y solo ligados a la lealtad por interés— estén en el bando que estén, lo que resulta son personajes planos con lo que no vas a conectar y, mucho menos, empatizar.
Si, además, estilísticamente, esta es una novela sin nada destacable, solo una de los miles de novelas ‘negras’ que se han publicado en la historia, te has quedado corto.
En resumen, Shakespeare es mucho más que una trama, sus personajes mucho más que un nombre y sus rimas mucho más que una forma de contar.
En conclusión, si esta novela no estuviera firmada por Jo Nesbø no creo que nadie la recomendara y, mucho menos, la publicara.
Lo siento, pero hoy lo veo así de claro.
Dicho esto, si a alguien le ha gustado, me alegro, porque esta reseña no pretende criticar los gustos de nadie, sino poner en su lugar a una novela que pretende adaptar para las nuevas generaciones al gran Shakespeare y, sinceramente, se queda muy, muy corta.
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