Rebuscando en todo el material de referencia sobre novela negra -o similar- que conservo me encuentro con la compilación que hice en su día y que se publicaban en las páginas de los cómics escritos por Ed Brubaker. Hablan de películas, tendencias y de todo lo relacionado con lo noir. Creo que es interesante compilarlas aquí.
Empiezo con el tributo a Retorno al pasado, una película de 1947 con Robert Mitchum, Jane Greer y Kirk Douglas.
Ilustración de Sean Phillips y texto de Ed Brubaker.
Durante años, este largometraje ha figurado en lo más alto de mi lista de películas favoritas, cuando no en el número uno, desde la primera vez que la vi en el cine en 1989. He dejado de tener una lista, probablemente porque, como en La decisión de Sophie, cuesta la vida misma fijar su posición entre los diez o veinte mejores, pero Retorno al pasado continúa siendo una de las mejores cintas de género negro que he visto, en buena medida gracias a que cuenta con lo que en mi opinión es la segunda mejor interpretación de Robert Mitchum, después de mi actuación preferida, ese aterrador papel suyo en La noche del cazador.
Pero en Retorno al pasado, el actor da vida a un tipo bueno, tan íntegro que las pasaría canutas para encontrar a otro más intachable que él en el género. Su personaje, Jeff Markham, es un detective privado muy honesto, pero no hasta el punto de rechazar el encargo de Whit Sterling, un gángster y un jugador interpretado por Kirk Douglas, con quien ha mantenido algún tipo de trato en el pasado, y cuando el caso consiste en seguir el rastro de una hermosa mujer por medio mundo hasta llegar a Acapulco, el detective resulta no ser tan fiable para no enamorarse y huir con ella, dejando en los Estados Unidos a un cliente enojado y a un socio que le espera en vano. Ésa es una de las razones por las que me encanta este filme. El bueno es un personaje turbio, que se muestra más propenso a pensar con la polla que con la cartera en cuanto conoce a la misteriosa belleza que es Kathie Moffett, brillantemente interpretada por Jane Greer... Ay, llegamos demasiado tarde para conocerla.
Lo primero que en realidad me enganchó de este largometraje fue la estructura. Jeff protagoniza el inicio de la acción. Vive bajo un nombre supuesto en un pueblecito a las afueras de Reno, donde regenta una estación de servicio, y concierta una cita con la joven dueña del restaurante local. Él intenta llevar una vida decente, pero el hecho de que su mejor amigo sea sordomudo acaba por delatarle, ya que le andan buscando, y acaba por personarse en el villorrio un matón al tanto de su vida anterior que ha logrado seguirle la pista. Las cosas empiezan a complicarse a partir de ese momento, y nos damos cuenta de hasta qué punto es así cuando en una larga secuencia de flashback, Jeff le cuenta a su prometida, Anne, que viene a ser Betty mientras Kathie Moffett ejerce el papel de Veronica, su caída desde... bueno, cayó desde algún peldaño bajo la escalera, pero la verdad es que no puede decirse que cayera en gracia.
El buen género negro suele tener, aunque sea de un modo encubierto, algún elemento de minusvalía. Esa discapacidad es un símbolo y un personaje al mismo tiempo [...]
La dirección de Jacques Tourneur y la fotografía de Nicholas Musaraca hacen que la escena retrospectiva se desenvuelva como si fuera un sueño mientras el ex fumador Mitchum va desgranando los detalles de su persecución de la zorra que disparó a un hombre para huir con un buen pellizco de pasta. Nunca explica con exactitud por qué abandona el caso y se alía con ella cuando la localiza al final de sus pesquisas, y cada vez que veo la película comprendo lo innecesario de esa aclaración. Jeff debía poseerla, y si yo hubiera estad en su lugar, probablemente hubiera hecho lo mismo. La historia del flechazo de Jeff y Kathie, la huida en estampida y la estancia en San Francisco hasta que el amor los desgarra y la cosa termina con un asesinato es un simple vehículo, al menos en lo que a mí respecta, para explorar la absoluta, completa e incomprensible desesperación de Kathie Moffett.
Se ha dicho a menudo que Kathie Moffett era la última femme fatale, pero a mi parecer ella es mucho más que eso, ya que, por ejemplo, no me cuesta esfuerzo alguno comprender las motivaciones de Barbara Stanwyck en Perdición (1944), quería librarse de un matrimonio sin amor y forrarse, pero Kathie Moffett continúa siendo un enigma. ¿Por qué se comportaba de ese modo? ¿Qué la convirtió en una criatura tan solitaria y asustada como para revolverse contra todos e incluso llegar a intentar matar a quiene amaba? Es la belleza de esa caótica desesperanza lo que eleva a Kathie y a Retorno al pasado un nivel difícilmente alcanzado por la mayoría de los filmes de cine negro. Al principio del largometraje, cuando Jeff y Kathie se confiesan el uno al otro sus respectivos secretos, ella le asegura entre lágrimas que Whit, el cliente del entonces detective, le ha mentido; ella no se llevó ni una moneda del hampón. Tú no sabes si creerla o no, pero Mitchum, en lo que posiblemente sea uno de los mejores momento de su carrera, se limita a murmurar: 'Me da igual, nena.' Y acto seguido se inclina para besarla, y por este beso va a tener que recorrer un camino de ida y vuelta al infierno. Y en el momento del besuqueo lo comprendí todo. Kathie es una criatura frágil en ese instante, vulnerable, y también sensual, pero más hiriente que la punta de un látigo. Para abreviar el cuento, no es sólo la femme fatale, también la jodida primera novia, de ésas que te parten el corazón y para las que nunca tienes un 'no', aunque sabes perfectamente que ésa es la respuesta acertada. El único motor de Kathie parece ser la supervivencia, pero aun así, encuentra la pasión y la felicidad con Jeff. El hecho de que esté dispuesta a buscarle las vueltas a su último amante va a ser su perdición, pero es un fracaso fruto de una condición humana de lo más peculiar, cuyo origen vuelve a ser la desesperación.
El género negro nos muestra un mundo resquebrajado, poblado por personas damnificadas que intentan sobrevivir, pese a todo, y que fracasan la mayoría de las veces.
Mucho después de cualquier visionado de Retorno al pasado me descubro preguntándome qué hay de veras tras aquellos ojos salvajes de Kathie y de dónde viene su desesperanza. Jamás lo sabremos, pero en la Norteamérica de la posguerra, no resultaba nada difícil ver por qué la gente estaba desesperada por vivir, por saborear la pasión, por ser libre, aunque tuvieran que matar por ella.
Existen muchas otras razones para ver Retorno al pasado, pero no pienso detallarlas, para no desvelar aún más secretos de la película, aunque sí debo señalar dos nimios detalles que, a mi juicio, ayudan a que sea un gran filme. El buen género negro suele tener, aunque sea de un modo encubierto, algún elemento de minusvalía. Esa discapacidad es un símbolo y un personaje al mismo tiempo, es el viejo en silla de ruedas que contrata a Bogart en El sueño eterno, el profesor con traumas sexuales en La jungla de asfalto, el reportero con dos bastones de La dama de Shangai o el soldado que padecía 'shock del combatiente' en La dalia azul, por mencionar los primeros nombres que se me pasan por la cabeza. El género negro nos muestra un mundo resquebrajado, poblado por personas damnificadas que intentan sobrevivir, pese a todo, y que fracasan la mayoría de las veces. De hecho, la cámara los adora y suele usarlos para dar cuerpo al mundo que circunda a los personajes principales. El chico mudo del que Jeff se hace amigo encaja con ese esquema, pues sirve tanto a la necesidad de crear un personaje de apoyo como de símbolo a la obligación de aquél de mantener en secreto su pasado. Eso únicamente supondría un buen tanto, pero el ramalazo final de verdadero genio de este largometraje es que sólo el chico mudo y la audiencia saber la verdad sobre Jeff y por qué actúa en la forma que lo hace. No lo sabe nadie más en el filme, ni siquiera la mujer que le ama. Ese pacto de silencio entre la obra y el espectador perdura mucho después de que hayan terminado de pasar los créditos.
Commentaires