El explorador y naturalista estadounidense se alzó en icono del aventurero intrépido mucho antes de que el cine creara su propio héroe
En 1905 Monty White, el mejor amigo de un joven Roy Chapman Andrews, moría ahogado cuando la canoa en que ambos navegaban volcó sobre las aguas del río Rock. Años después, Andrews declararía el efecto catártico de aquella pérdida: “El ahogamiento de Monty me hizo sentir abrumado por la fragilidad de mi existencia. Comprendí lo importante que era el tiempo, la necesidad de concentrar mis energías y de aprovechar todas y cada una de las oportunidades que se me presentaran para hacer realidad mis deseos”. Efectivamente, Andrews cumplió su sueño de ser explorador y naturalista, y vertió tanta energía en ello que ha pasado a la historia como uno de los más grandes aventureros.
Vocación temprana
Roy Chapman Andrews era hijo de un farmacéutico mayorista y de una gran apasionada de la literatura en general y de los libros de viajes en particular. Nació el 26 de enero de 1884 en Beloit, Wisconsin, en un lugar rodeado de bosques y ríos que usaría como campo de entrenamiento de su pasión, la naturaleza.
Viajó a Alaska, donde sus estudios sobre la ballena gris le valieron el reconocimiento de toda la comunidad científica
En 1906, a los veintiún años, tras perder a su amigo y licenciarse en Biología, se trasladó a Nueva York para solicitar un puesto de trabajo en el Museo Norteamericano de Historia Natural. Le rechazaron, pero insistió tanto –asegurando estar dispuesto a barrer los suelos del museo con tal de trabajar en él– que el director acabó contratándole como ayudante del departamento de taxidermia.
Carrera fulgurante
Su fervor por la ciencia no pasó desapercibido, y pronto escaló posiciones. Su primera gran oportunidad le llegó en 1909, cuando partió hacia las Indias Orientales Holandesas para observar mamíferos marinos. Poco después viajó a Alaska, donde sus estudios sobre la ballena gris le valieron el reconocimiento de toda la comunidad científica. De vuelta, ya era una celebridad.
En 1914 se casaría con la fotógrafa Yvette Borup, con la que tendrá dos hijos. Entre 1916 y 1917 inició una serie de expediciones a China, Japón y Corea en las que recorrió zonas inexploradas y recolectó todo tipo de animales para el museo.
En esa época Andrews conoció a Henry Fairfield Osborn, naturalista consagrado y presidente del patronato que movía los hilos de la institución. Su conexión personal fue inmediata, y Osborn detectó la capacidad del aventurero para transformar sus ambiciones en proyectos de gran valor científico.
En 1921, tras recaudar la cifra récord de 250.000 dólares de los bolsillos de magnates como J. P. Morgan hijo o John D. Rockefeller hijo, Andrews inició su empresa más ambiciosa, conocida más tarde como Expediciones Centroasiáticas. Al frente de un equipo de científicos de renombre y de una caravana de 125 camellos y ocho vehículos Dodge, se dirigió al desierto del Gobi. La dureza del paraje resultaba extrema, pero su máxima era “pasarlo lo mejor posible”.
Estaba resuelto a demostrar la teoría de Osborn según la cual aquel lugar constituía la “cuna de la humanidad”. Pero no fueron restos humanos lo que halló, sino un asombroso depósito paleontológico. Entre sus tesoros: los primeros huevos fosilizados de un dinosaurio (un oviraptor) sacados a la luz, en 1923. El caudal y la relevancia de los restos le convirtieron en una eminencia.
Del desierto al asfalto
Andrews fue recibido en Estados Unidos como un héroe y recorrió todo el país para explicar sus experiencias en Mongolia. Un decenio después, aquel reputado explorador que empezó su carrera profesional desde los puestos más modestos del Museo Norteamericano de Historia Natural fue nombrado su director.
Tenía ya cincuenta años cumplidos cuando se divorció para casarse con Wilhelmina Anderson Christmas, joven viuda de un corredor de bolsa de Manhattan. Siete años más tarde, en 1942, dejó su cargo en el museo para retirarse a California y escribir sobre su apasionante experiencia: “Nací para ser explorador. Jamás hubo nada que decidir, no habría sido feliz dedicándome a otra cosa”, afirmó. La muerte se lo llevó a los 76 años, el 11 de marzo de 1960.
Su doble en el cine
De las películas de la serie, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) es probablemente la que está inspirada en las andanzas de Roy Chapman Andrews. George Lucas y Steven Spielberg, sus creadores, nunca han confirmado haberse basado en el explorador de carne y hueso, pero los parecidos entre ambos son evidentes. Las peripecias del intrépido personaje interpretado por Harrison Ford se sitúan en la misma época que las Expediciones Centroasiáticas de Andrews. Asimismo, este vestía con uniforme y sombrero militar de campaña tipo boy scout, y llevaba un revólver colgado del cinto. ¿Les suena?
Este artículo se publicó en el número 483 de la revista Historia y Vida.
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