En muchas ocasiones, mis lectores me hacen la eterna pregunta: «¿De dónde salen tus ideas? ¿Cuál es tu proceso creativo?». Así que hoy me gustaría hablaros del proceso creativo concreto que me llevó a escribir El viajante SK, una novela ligera que escribí durante el confinamiento más estricto con un objetivo muy claro —y egoísta— en mente.
Desde hace tiempo, me ha fascinado la historia que Murakami suele explicar acerca de su primera novela y de las dificultades que tuvo para encontrar su propia voz al escribirla. Para alguien sin estudios de escritura, ni siquiera demasiados intentos a la hora de narrar sus propias ideas —el autor japonés regentaba un bar de jazz y escribió su primera novela cuando pudo—, resultaba difícil encontrar una voz propia.
Finalmente, después de varios intentos, como él mismo explica en su De qué hablo cuando hablo de escribir?, decidió hacer un experimento para depurar su estilo: escribir sus ideas en inglés para después traducirlas a su japonés natal. El resto es historia y Murakami se ha convertido en uno de los autores más venerados del panorama actual.
Envidioso de mí —no del éxito, sino del proceso—, siempre había querido imitarle y descubrir qué surgía de mí cuando trataba de escribir una novela en inglés. Sin embargo, no había tenido tiempo de experimentarlo hasta que llegó la pandemia actual y me dio, sin quererlo, las horas que necesitaba para terminar todos mis proyectos iniciados —la revisión final de Caníbal, una obra de teatro en catalán y el episodio piloto de una serie basada en mi novela Obsesión— y abrió la puerta a mi experimento.
Solo faltaba la idea. Tenía algunas nociones de lo que me apetecía contar: alguien en apariencia discapacitado intelectual y que, sin embargo, observara al mundo con una lucidez que nuestra forma de vida nos parece haber arrebatado (Andy), un convicto encerrado por una causa menor y que empieza a vivir de nuevo al salir de la cárcel —a causa de una desgracia, no podía ser menos— (James), y una femme fatale como la de las novelas y películas noir, aquellas que todo el mundo ve como peligrosas menos el protagonista (Anne). Si a eso le sumábamos algunos secundarios entrañables: Olivia, tan parecida a la Angela Lansbury de Se ha escrito un crimen o el tío Jackson, el buen vendedor que acaba trágicamente su vida al empezar la novela; y ya teníamos parte del tema.
Pero no tenía trama. Imperdonable para un escritor de novela negra.
Y entonces apareció una película de mi lista de pendientes, la pandemia que me dio el tiempo y las ganas y se cerró el pacto. En los diez primeros minutos de The founder, con Michael Keaton, sobre el origen de MacDonald’s —sí, los de las hamburguesas—, me dieron la trama, el tema del vendedor puerta-a-puerta que trata con gente peculiar (de ahí las iniciales SK, que no desvelaré ahora que representan para no hacer spoiler pero que sí diré no tiene nada que ver con la comida rápida)
Todo estaba preparado, pero no tenía suficiente. No solo pensaba escribir El viajante SK en inglés, sino que pensaba hacerlo a mano, con libreta y boli, a la vieja usanza, y escribiría sin falta un capítulo al día (una de las razones por las que los capítulos tienen una longitud similar y no son demasiado largos).
No sé si el experimento fue un éxito, pero sí sé que escribir a mano, con una cadencia y un ritmo distinto al habitual, me dio un plus que no pienso abandonar por el momento, aunque he cambiado la máquina de escribir por el bolígrafo (mi cabeza va demasiado rápido y después me cuesta descifrar mi propia letra manuscrita). Algo es algo.
En cuanto al estilo, al ritmo narrativo, no estoy seguro de la utilidad del experimento, pero estoy seguro de que algo he añadido a mi arsenal, aunque yo no sea consciente de ello.
Para terminar, deciros que la novela El viajante SK está para su lectura GRATIS en mi perfil de megustaescribir.com, junto con otros de mis relatos. A ver qué os parece y, sobre todo, los habéis leído todas mis obras, saber la historia de la concepción de esta novela corta, ¿cambia alguna cosa?
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